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«Arquitectura del recato»

En la tradición zen, el recato no es solo una cuestión de vestimenta o comportamiento externo, sino una práctica profundamente espiritual. Refleja nuestra intención de vivir con humildad, pureza y atención compasiva. A través del recato, reducimos el apego a lo superficial y cultivamos una mente clara, un corazón sincero y una presencia limpia.

Estas prácticas no solo nos ayudan a mantenernos centrados en el camino espiritual, sino que también transforman la forma en que nos relacionamos con el mundo. Al honrar nuestra verdadera naturaleza búdica —y la de los demás—, creamos un espacio de respeto y contención donde el deseo puede ser habitado sin confusión, y donde lo sagrado no se diluye.

Por eso, el recato es también la base para construir relaciones verdaderamente sanas, especialmente en la pareja sagrada. En un mundo que banaliza el deseo y confunde la exposición con la libertad, el recato protege lo más importante: la intimidad, la confianza, el vínculo sagrado. Ordena el área más delicada y significativa de nuestra vida: el amor compartido. Sin recato, no hay pareja sagrada que pueda sostenerse. Con recato, el amor encuentra un cauce firme para florecer en verdad.

Como estudiantes de Zen Oviedo, estamos llamados a seguir estándares y prácticas más exigentes que los cinco preceptos básicos. Entre ellas, las relativas al recato ocupan un lugar central: no solo forman parte esencial de la tradición zen, sino también de caminos profundamente afines como el judaísmo y el sufismo, cuyas enseñanzas han dado frutos que también deseamos cosechar en nuestras vidas, nuestras familias y nuestra comunidad.

No queremos ser piedras de tropiezo para nuestros hermanos y hermanas en estas nobles tradiciones, sino que deseamos que se sientan cómodos entre nosotros, para poder compartir y enriquecernos mutuamente. Estas prácticas de recato abordan tres grandes males de nuestro tiempo: el narcisismo, la obsesión con la sensualidad y las relaciones desordenadas y destructivas.

No queremos cosechar los mismos frutos que el mundo cosecha. Por eso actuamos de manera diferente, siguiendo la sabiduría recogida en la tradición y ofreciendo una charla del Dharma silenciosa a través de nuestro comportamiento. No se trata de parecer distintos. Se trata de vivir con verdad. Y eso, en este tiempo, empieza por custodiar con recato aquello que el mundo ha profanado: el deseo, el cuerpo y el vínculo.

Muchas personas en Occidente solo conocen la tradición zen de manera superficial, y desconocen que el recato es un elemento fundamental del camino, como no podría ser de otro modo. Este aspecto esencial del zen, que promueve la moderación y el respeto en todos los aspectos de la vida, también es subrayado en otras tradiciones espirituales, como el judaísmo y el sufismo.

A continuación, traducimos y compartimos algunos ejemplos de recato en la tradición zen, tomados de Stepping into Freedom (1997), el manual para novicios escrito por Thich Nhat Hanh (1926–2022), uno de los grandes maestros zen de nuestro tiempo. Nuestro abad, el maestro Ben Diez, tuvo la bendición de compartir con él los tres meses del retiro de invierno de 2001 en Plum Village.

Sobre no usar cosméticos ni joyas

Consciente de que la verdadera belleza de un monje o una monja se encuentra en su estabilidad y libertad, hago el voto de adornarme a mí mismo y a mi sangha [comunidad] con la práctica de la atención plena concretada por mi entrenamiento en los preceptos y los modales conscientes en todo momento. Soy consciente de que los cosméticos y las joyas solo aportan un atractivo exterior y fomentan el apego y el enamoramiento. Por tanto, hago el voto de vivir con sencillez y vestir con pulcritud, llevando ropa limpia. Tomo la determinación de no usar perfume, polvos ni otros cosméticos o joyas.

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Si un novicio llevara maquillaje o joyas, sería difícil ver la belleza de la libertad y la estabilidad brillando en su rostro, y la gente podría perder la confianza en la práctica. Cuando un novicio practica los gathas, los diez preceptos y los modales conscientes, vistiendo con sencillez y pulcritud, con túnicas limpias, manifiesta una pureza y una ligereza que pueden ser fuente de iluminación e inspiración para muchos.

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Visitar un templo del otro sexo

Si un monje novicio va a un convento o una monja novicia va a un monasterio, al menos un compañero practicante de tu mismo sexo debe ir contigo. Caminad uno junto al otro para ayudaros a mantener vuestra atención plena y vuestros modales conscientes. Cuando lleguéis, evitad hablar o reír en exceso. Mantened los intercambios entre vosotros y los monjes o monjas que estéis visitando dentro del campo de la práctica, el estudio y los ideales de un monje o una monja. […] Si intercambias cartas con alguien del sexo opuesto, trata solo asuntos de práctica y el ideal monástico.

[…]

Visitar a un donante o a tu familia

Cuando visites la casa de un benefactor, ve siempre con un compañero practicante de tu mismo sexo. Cuando lleguéis, sentaos solamente en el lugar reservado para vosotros. Si os piden que deis una charla del Dharma, hablad solamente en un momento oportuno y de una manera que sea relevante. No digáis demasiado. No mostréis vuestro conocimiento solo para recibir la admiración de los demás. Ofreced el Dharma únicamente cuando las personas estén sentadas de manera respetuosa y vestidas adecuadamente. […] No murmuréis, habléis en voz baja u os sentéis a solas con alguien del sexo opuesto. […] No os sentéis en una mesa en la que haya vino o carne. […] Cuando visites a tu familia, también es aconsejable que lleves amigos del Dharma contigo.

[…]

Despedimos esta sección con una famosa historia zen incluida en la antología Zen Flesh, Zen Bones (1957), de Paul Reps y Nyogen Senzaki:

Camino embarrado

Takuan y Ekido viajaban por un camino lleno de barro. Llovía mucho. Al doblar una curva se encontraron con una hermosa joven vestida con un kimono de seda y un fajín, incapaz de cruzar la intersección.

«Ven aquí, muchacha», dijo Tanzan de inmediato; y la cruzó en brazos por encima del barro.

Ekido no volvió a hablar hasta la noche cuando se alojaron en la hospedería de un monasterio. Entonces no pudo contenerse más. «Los monjes no debemos acercarnos a las mujeres», le dijo a Tanzan, «especialmente si son jóvenes y bonitas. Es peligroso. ¿Por qué lo hiciste?»

«Yo dejé allí a la muchacha», respondió Tanzan. «¿Acaso tú la sigues llevando?»

1. Vestir con modestia

Vistámonos de manera que no llamemos la atención sobre nuestro cuerpo, permitiendo que resalte nuestra verdadera naturaleza búdica. Debemos evitar la ropa que sea llamativa, ajustada o que no cubra adecuadamente el cuerpo (como el pecho, la espalda, los hombros y las rodillas). El objetivo es mantener una apariencia sencilla y respetuosa, reflejando así nuestra práctica interior.

2. Proteger la vista y el oído

Apartemos nuestra vista y oído de todo aquello que pueda despertar o promover la sensualidad, como imágenes sexuales, música mundana o personas que se vistan de manera indecente. Debemos ser conscientes de los estímulos que consumimos, eligiendo aquellos que nutran nuestra mente y nuestra práctica.

3. Mantener la distancia con el sexo complementario

Evitemos quedarnos a solas con personas del sexo complementario, salvo en situaciones que involucren niños (hasta los 12 o 13 años) o familiares cercanos. Además, debemos guardar la compostura y evitar cualquier actitud que pueda interpretarse como coqueteo, insinuación o juego sensual. Esto incluye tanto el lenguaje verbal como gestos, miradas o posturas corporales.

Este principio no solo protege nuestra práctica personal, sino también la integridad de la comunidad, evitando malentendidos, tensiones innecesarias o habladurías. Mantener estas distancias ayuda a preservar la pureza de intención y el respeto mutuo dentro del contexto espiritual, donde la atención y el enfoque deben estar puestos en el camino del Dharma.

4. Evitar el contacto físico con el sexo complementario

No toquemos a personas del sexo complementario, salvo cuando se trate de niños (hasta los 12 o 13 años) o familiares cercanos, o cuando sea absolutamente necesario por razones excepcionales. El contacto físico debe ser siempre respetuoso y medido, y solo debe ocurrir cuando la situación lo requiera de manera justa y apropiada.

Última revisión: 1 de abril de 2025