MAESTRO ZEN BEN DIEZ
Un renovador del zen para el siglo XXI
Conoce el camino de un maestro comprometido con el zen, el diálogo interreligioso y la transmisión de enseñanzas adaptadas a nuestro tiempo.
Inicio del camino zen
El maestro Ben Diez (nacido en 1977) tuvo su primer contacto con el zen a los 16 años, cuando visitó un templo que marcaría el inicio de un camino de práctica y aprendizaje constante. Este encuentro temprano despertó en él una profunda conexión con la tradición zen y el anhelo de comprender la realidad más allá de las apariencias.
En 1998, fue ordenado sacerdote en el templo Xūyún de Honolulu, la sede de la Asociación Budista China de Hawaii. La ordenación fue llevada a cabo por el maestro Zhìdìng (1917–2003), discípulo directo del venerable Xūyún (1840–1959), reconocido como el maestro zen chino más influyente de los tiempos modernos y figura clave en la revitalización del chán (es decir, de la tradición zen china).
Durante la ceremonia de ordenación, el maestro Ben recibió el nombre en el Dharma de Shì Chuán Fǎ, que significa «Transmisor de la Enseñanza del clan Shākya», un título que simboliza la continuidad de un linaje que atraviesa generaciones, uniendo pasado y presente en la práctica viva del zen.
Este momento marcó el inicio de una vida dedicada no solo al estudio y la transmisión del zen, sino también al diálogo con otras tradiciones y la búsqueda de formas contemporáneas de encarnar y compartir la enseñanza.
Viaje de estudios por China y combate del Dharma
En 2002, el maestro Ben Diez emprendió un viaje de estudios por China, recorriendo algunos de los monasterios zen más emblemáticos, como Bǎilín, Nánhuá y Yúnmén. Durante esta travesía, pasó una semana inmerso en la vida monástica de Bǎilín y un par de días en Yúnmén, lo que le permitió experimentar de cerca el ritmo cotidiano de los templos y absorber la atmósfera de recogimiento y enseñanza.
El monasterio Bǎilín, conocido por haber sido el lugar donde enseñó el célebre maestro Zhàozhōu Cōngshěn (778–897)—famoso por su icónico kōan sobre el ciprés en el patio—, conserva su conexión simbólica con esa historia: tras la reconstrucción liderada por el abad Jìnghuì (1933–2013), aún se pueden ver cipreses en su patio central, reforzando el vínculo con la tradición. Jìnghuì, discípulo directo del venerable Xūyún (1840–1959), fue una figura clave en la revitalización del zen chino moderno y desarrolló un enfoque conocido como sēnghuó chán o «zen de la vida cotidiana», que promueve la integración de la práctica en cada acción diaria.
Uno de los momentos más significativos de este recorrido tuvo lugar en el monasterio Nánhuá, el histórico lugar donde enseñó el sexto patriarca Huìnéng (638–713). Allí, el maestro Ben participó en un combate del Dharma con el abad: una práctica tradicional de preguntas y respuestas diseñada para poner a prueba la comprensión y la capacidad del discípulo de encarnar el Dharma más allá de las palabras.
En este combate, el abad llevó al maestro Ben al exterior y le preguntó:
—¿De qué color es el cielo?
Sin dudar, el maestro Ben respondió:
—Del color que lo ven tus ojos.
El abad respondió con un seco:
—¡Bah!
El tono de desaprobación encendió una chispa en el interior del maestro Ben. En su mente surgieron pensamientos como: «Pero ¿qué dice? Mi respuesta es estupenda. ¿Quién se ha creído? ¡No tiene ni idea!».
Y entonces, en un destello de claridad, comprendió lo que el abad había hecho: le había mostrado el verdadero estado de su corazón. No se trataba de responder correctamente, sino de ser consciente de lo que realmente se manifestaba en su interior. Ese instante le reveló que la mera comprensión intelectual sirve de poco si no va acompañada de una transformación sincera y una apertura plena.
La estancia en Bǎilín resultó igualmente crucial: tras varios días de convivencia, el abad Jìnghuì le encomendó al maestro Ben la importante misión de adaptar la enseñanza del zen con valentía y autenticidad para los occidentales. Esta encomienda marcó un antes y un después en su camino, reforzando su compromiso con una práctica viva y accesible.
Encuentro con Thich Nhat Hanh: una experiencia transformadora
En 2001, el maestro Ben Diez participó en el retiro de invierno de tres meses en Plum Village, el centro de práctica fundado por el famoso maestro zen vietnamita Thich Nhat Hanh (1926–2022), conocido cariñosamente como Thay (maestro). Esta inmersión fue mucho más que un periodo de formación: fue un momento decisivo en su camino espiritual.
Durante el retiro, el maestro Ben fue uno de los traductores al español de las charlas del Dharma de Thay y renovó su compromiso con la Triple Joya y los Cinco Preceptos. En esa ceremonia, el maestro Thich Nhat Hanh le otorgó el nombre «Great Loving-Kindness of the Heart» (Gran Amabilidad Amorosa del Corazón), una expresión que señala un horizonte de compasión y generosidad al que aspirar en el camino espiritual. Sin embargo, sus aprendizajes más profundos se gestaron más allá de las formalidades.
Uno de los episodios más memorables tuvo lugar durante una sesión pública de preguntas y respuestas. Frente a toda la sangha (comunidad), el maestro Ben compartió una pregunta personal: expresó sus dudas sobre el monacato debido a sueños recurrentes relacionados con la vida en pareja y la intimidad. Thich Nhat Hanh le respondió con consejos prácticos: comer menos, ducharse con agua fría, hacer más ejercicio y no quedarse a solas. Aunque bienintencionada, esta respuesta le resultó decepcionante, ya que esperaba algo más profundo, alguna reflexión sobre la dimensión espiritual del deseo o una visión compasiva que le ayudara a integrar esa parte de su experiencia.
Poco después, otro maestro estadounidense de Plum Village se le acercó y le propuso continuar la conversación en una ermita durante la noche. Con franqueza, el maestro Ben le preguntó: «¿Cómo has resuelto tú el tema de la sexualidad?». La respuesta fue tan directa como desconcertante: «Ya te contaré cuando lo averigüe».
Aquel encuentro le llevó a cuestionar seriamente el ideal del monacato como vía superior en el zen. Concluyó que, lejos de ser esencial, el celibato a menudo genera dinámicas de superioridad, crea desafíos innecesarios y suele resultar contraproducente para una vida espiritual auténtica. En contraste, tanto la tradición judía como el sufismo abrazan la vida en pareja como una expresión sagrada de la espiritualidad. Esta perspectiva ha influido profundamente en su visión actual y en la manera en que Zen Oviedo cultiva la vida cotidiana como un espacio de realización plena.
Sin embargo, el retiro también ofreció experiencias de gran sanación. En un momento de descanso, mientras un pequeño grupo de estudiantes se reunía en una de las salas de meditación, ocurrió algo inesperado: Thich Nhat Hanh entró de improviso y comenzó a cantar canciones populares vietnamitas. Era una escena atípica, algo que no volvió a repetirse durante esos tres meses. Al escuchar su voz, el maestro Ben sintió cómo algo se desbordaba en su interior: un torrente de lágrimas y un llanto prolongado que surgió desde lo más profundo. Fue un proceso de liberación en el que la tristeza se desvanecía con cada lágrima. Cuando el canto terminó, permaneció en silencio, con una claridad mental extraordinaria y una sensación renovada de plenitud. En ese instante supo que buena parte de su sufrimiento había sanado definitivamente.
Años más tarde, al recordar aquel episodio, el maestro Ben comprendió que su vivencia fue una manifestación pura de la «transmisión de corazón a corazón». No fue el contenido intelectual de las enseñanzas, sino la presencia sincera y desarmada de Thay lo que creó un espacio propicio para la transformación. Este acto sencillo y honesto desmanteló cualquier pretensión de perfección y conectó a los presentes con la humanidad compartida, abriendo un canal de sanación y comprensión profunda.
Esta vivencia se convirtió en uno de los pilares de Zen Oviedo, donde se enfatiza que el despertar no surge de una concentración rígida ni de un control exhaustivo de la mente, sino de una atención relajada, suficiente y curiosa, que explora activamente el funcionamiento del Sistema y, al hacerlo, reprograma el cuerpo-mente de manera natural. Al prestar atención con curiosidad, rompemos automatismos y permitimos que surjan nuevas respuestas, creando un aprendizaje más flexible y liberando al cuerpo-mente de patrones reactivos. Esta exploración transforma la experiencia en un proceso de descubrimiento en lugar de una lucha, generando una disposición más serena y abierta al presente.
El maestro Ben suele recordar las palabras del maestro Wúmén Huìkāi (1183–1260) en La barrera sin entrada, una célebre antología de kōans tradicionales: «Estar siempre alerta y nunca confuso es llevar cadenas y un yugo de hierro». Esta cita refleja su crítica a la concepción habitual de la «atención plena», entendida como una vigilancia constante y forzada que convierte la práctica en un acto rígido y artificial.
En Plum Village, el maestro Ben aprendió a integrar la práctica zen en la vida cotidiana, un enfoque que no ponía un énfasis exclusivo en la meditación sentada, la cual se realizaba solo media hora por la mañana y por la tarde. En su lugar, se cultivaba la atención en cada acto del día a través de herramientas como los gathas (poemas de práctica), las caminatas conscientes por entornos naturales y las canciones, que ayudaban a habitar el momento con ligereza y conexión. Cada día, se realizaban caminatas por las inmediaciones del monasterio, reforzando el contacto íntimo con la naturaleza y el aquí y ahora. Durante ese retiro, también se cantaba What a Wonderful World, la célebre canción interpretada por Louis Armstrong (1901–1971), como un recordatorio musical y vivencial de la belleza de la existencia tal como es. En algunas ocasiones, la canción era acompañada al piano, lo que añadía un matiz de calidez y solemnidad al momento.
Esta vivencia reforzó su visión de que la atención no persigue un ideal de perfección inalcanzable, sino la capacidad de habitar cada momento con naturalidad y autenticidad. En Zen Oviedo, la práctica invita a abrazar tanto la claridad como la confusión cuando surgen, permitiendo que la vida fluya sin pretensiones ni control excesivo.
Influencias del Judaísmo Neojasídico y el Sufismo
Más allá del zen, el maestro Ben Diez ha recorrido un profundo camino de estudio y práctica en otras tradiciones espirituales que han enriquecido su visión y enseñanza. Durante más de 20 años, estudió y practicó judaísmo de manera intensa, sin encontrar inicialmente un marco formal para su regreso al pueblo judío. Finalmente, en un encuentro significativo con el rabino Rami Shapiro, tras una especie de «combate del Dharma», fue acogido y reconocido como «un judío entre judíos, con pleno derecho a luchar con nuestro Dios». Este momento, que el maestro Ben recuerda con profunda gratitud, marcó un hito en su camino espiritual.
Rabí Rami Shapiro es una de las figuras más influyentes del judaísmo neojasídico contemporáneo, conocido por su enfoque no dual y su capacidad de expresar con sencillez profundas verdades espirituales. Autor prolífico y maestro de amplia trayectoria, ha trabajado incansablemente para acercar el misticismo judío al público moderno. Su enseñanza de que «todo es Dios», entendida como la realidad única que se manifiesta en cada aspecto de la vida, resonó con la visión no dual que el maestro Ben ya había interiorizado. A lo largo de los años, sus conversaciones con Rabí Rami se convirtieron en espacios de aprendizaje y reconocimiento mutuo, enriquecidos por la calidez y la autenticidad de su diálogo.
En el ámbito del sufismo, el maestro Ben vivió experiencias igualmente significativas. Uno de los encuentros más transformadores sucedió durante uno de sus primeros viajes a Marruecos, cuando conoció al anciano shayj Mulay Bashir, de la tariqa Alawiyya-Darqawi, en una humilde casa a las afueras de Fez. Mulay Bashir, casi ciego, vivía junto a su esposa con lo mínimo, en un entorno austero pero lleno de una calidez incomparable. La hospitalidad y el respeto mutuo que irradiaban eran casi palpables y mostraban la belleza y profundidad de un compromiso sagrado. Durante la visita, el shayj partió un trozo de pan y se lo ofreció al maestro Ben como símbolo de baraka, una bendición que quedó grabada en su memoria. Lo que más impresionó al maestro Ben fue la devoción compartida de aquel matrimonio y su capacidad de transmitir un amor transformador, aun en la más absoluta simplicidad. Incluso el conductor marroquí que le acompañó, quien al principio se mostraba escéptico, rompió en llanto durante el viaje de regreso, impactado por lo vivido. Esta experiencia no solo lo conmovió profundamente, sino que también reafirmó su comprensión de la espiritualidad vivida en comunidad.
El impacto de esta visita fue tal que tiempo después, el maestro Ben fue invitado a enseñar meditación zen a comunidades sufíes en Marrakech y Agadir. Estas enseñanzas se llevaron a cabo en un clima de profundo respeto y diálogo, donde el zen fue compartido como una vía para enriquecer la práctica devocional de los asistentes. Estos encuentros representaron un puente entre dos tradiciones, unidas por su énfasis en la presencia, la devoción y la apertura al Misterio.
En 2022, el maestro Ben participó en un retiro itinerante con el shayj Moulay Mortada, sucesor de Abdalqadir as-Sufi (1930–2021) y líder de la tariqa Habibiyya-Alawiyya-Darqawi. Este retiro consistió en un recorrido por Marruecos visitando las tumbas de grandes maestros de la tradición, como la del célebre shayj ad-Darqawi (1760–1823), para orar y recibir su baraka. Las enseñanzas de los shayjs ad-Darqawi y al-Alawi de Mostaganem (1869–1934) han acompañado al maestro Ben a lo largo de su vida, sirviéndole de guía e inspiración constante.
Además de honrar a los maestros del pasado, el retiro incluyó encuentros con wali, notables ancianos y santos vivos de la tradición sufí. Estos maestros contemporáneos, con su presencia y devoción, ofrecieron momentos de aprendizaje profundo y de comunión espiritual. Durante los trayectos en minibús, los participantes recitaban dhikr, sumergiéndose en un estado de devoción compartida. Por las noches, el shayj Moulay Mortada impartía enseñanzas que nutrían las reflexiones de los asistentes y reforzaban el sentido de comunidad y trascendencia.
La suma de estas experiencias —desde las enseñanzas del maestro Thich Nhat Hanh y los encuentros con Rabí Rami hasta las vivencias con el shayj Mulay Bashir y los retiros sufíes— dio forma a lo que más tarde se convertiría en la «transmisión de corazón a corazón» del maestro Ben: una práctica de presencia y apertura que trasciende las palabras y toca directamente la raíz del ser.
La influencia de Seung Sahn y la vía del kōan en la vida cotidiana
El maestro Ben Diez ha profundizado en el trabajo con kōans de la tradición zen coreana, estudiando con discípulos directos del maestro Seung Sahn (1927–2004), fundador de la escuela Kwan Um de zen coreano y conocido por su estilo incisivo, capaz de desmantelar las construcciones mentales del practicante. Aunque nunca conoció personalmente a Seung Sahn, el maestro Ben se considera un continuador no oficial de su legado, integrando ese enfoque disruptivo en su manera de trabajar los kōans.
En 2024, impartió un curso de diez semanas sobre la vía del kōan dentro de Amigos del Desierto, la red de meditadores fundada por el conocido escritor y sacerdote católico Pablo d’Ors, al que asistieron cientos de personas. Este curso se caracterizó por su enfoque innovador y cercano, donde las preguntas no solo desafiaban las respuestas convencionales, sino que también invitaban a los asistentes a encarnar el aprendizaje en su vida cotidiana. Para el maestro Ben, los kōans no son simples acertijos, sino herramientas para revelar nuestras raíces más profundas y cuestionar lo que realmente guía nuestras decisiones.
Uno de los kōans presentados fue: «Imagina que estás encerrado en un pozo muy profundo. Es imposible salir por tus propios medios y pedir ayuda parece improbable. ¿Qué haces?».
Las respuestas variaron: algunos hablaron de aceptar la situación con dignidad; otros imaginaron estrategias creativas para salir del pozo. Sin embargo, el maestro Ben señaló un punto clave: aquellas respuestas, ofrecidas en su mayoría por personas cristianas, omitían algo esencial para su tradición de fe: la oración. Con una sonrisa amable, el maestro concluyó: «¿No habéis pensado en pedir ayuda a Dios? Esa es la verdad de vuestra fe».
Este kōan no buscaba condenar, sino invitar a reflexionar sobre la desconexión entre las creencias declaradas y las respuestas espontáneas ante el sufrimiento. En una situación desesperada, lo natural para alguien con una fe viva sería rezar, pero ninguno lo mencionó. Esta reflexión llevó al grupo a cuestionar hasta qué punto sus creencias eran una parte viva de su ser.
Los asistentes compartieron experiencias profundas sobre el impacto del curso:
- «He conocido al maestro Ben a través de los kōans, que he seguido cada jueves, y tanto me han abierto el corazón.»
- «Has ido entrando poco a poco hasta la cocina de mi corazón. Don’t tell me, show me.»
- «Los encuentros han sido fuente de mucha riqueza en mi vida cotidiana. Me han llevado a detenerme y no reaccionar antes de actuar, hablar o elaborar un pensamiento. Cada kōan me habla del Evangelio encarnado y es una nueva posibilidad de unión con Dios que ilumina mi fe católica sin anularla, haciéndola brillar aún más. Tu presencia me transmite una elección radical de Dios y ha dado a mi alma un nuevo impulso».
Pablo d’Ors describió al maestro Ben como «un maestro profundamente despierto y disruptivo», y añadió: «Este curso es un regalo que os hago. Cuando termine, ya entenderéis por qué y me daréis las gracias».
Jesús Martínez y el Dojo Zen Nalanda
De 1998 a 2002, el maestro Ben Diez vivió en Barcelona, donde forjó una profunda amistad con Jesús Martínez, un maestro zen español en la tradición sōtō japonesa, conocido por su humildad, su enfoque directo y su gran discreción. Jesús Martínez dirigía el Dojo Zen Nalanda, ubicado en la calle Montcada, un lugar con un profundo simbolismo, ya que fue el primer centro zen de España, fundado originalmente por Taisen Deshimaru (1914–1982), quien introdujo el zen japonés en Europa.
El maestro Ben siempre ha destacado la gran influencia que tuvo en su vida esta amistad. El maestro Jesús Martínez no buscaba protagonismo ni reconocimiento, sino que encarnaba con naturalidad los principios del zen, integrando lo extraordinario en la vida cotidiana con absoluta sencillez. Ambos acuñaron el término «zen de la manga ancha» para describir una práctica que no se aferra a formalismos rígidos, sino que se adapta a las circunstancias sin perder su profundidad.
Uno de los textos que el maestro Jesús Martínez solía mencionar con frecuencia era el Sutra de los Kālāmas, el cual refleja la importancia de la indagación personal y la responsabilidad de cada individuo en su búsqueda espiritual. El maestro Jesús recitaba con entusiasmo pasajes como este:
«Kalamas, no se atengan a lo que ha sido adquirido mediante lo que se escucha repetidamente; o a lo que es tradición; o a lo que es rumor; o a lo que está en escrituras; o a lo que es conjetura; o a lo que es axiomático; o a lo que es un razonamiento engañoso; o a lo que es un prejuicio con respecto a una noción en la que se ha reflexionado; o a lo que aparenta ser la habilidad de otros; o a lo que es la consideración: “Este monje es nuestro maestro”. Kalamas, cuando ustedes por sí mismos sepan: “Estas cosas son malas; estas cosas son censurables; estas cosas son censuradas por los sabios; cuando se emprenden y se siguen, estas cosas conducen al daño y al infortunio”, abandónenlas. Y cuando ustedes por sí mismos sepan: “Estas cosas son buenas; estas cosas no son censurables; estas cosas son alabadas por los sabios; cuando se emprenden y se siguen, estas cosas conducen al beneficio y la felicidad”, entren y permanezcan en ellas.»
El maestro Jesús Martínez también destacaba la importancia de reconocer con naturalidad y sin pretensiones cuando no se sabía algo, un principio que consideraba esencial tanto en la práctica espiritual como en la vida cotidiana. Para el maestro Jesús, admitir lo desconocido no era una debilidad, sino un acto de honestidad radical y un signo de sabiduría y apertura.
Esta actitud hacia el «no saber» se convirtió en uno de los pilares fundamentales de Zen Oviedo, y su constante cuestionamiento de las certezas y los idealismos encuentra sus raíces en estas enseñanzas. La referencia al Sutra de los Kālāmas no solo apunta a una indagación crítica, sino también a un proceso de desmantelamiento de idealismos, algo que en Zen Oviedo se fomenta como parte del camino hacia la lucidez y la compasión.
En 2001, el maestro Ben tuvo el honor de liderar la ceremonia de instalación de la imagen de Guānyīn, el bodhisattva de la compasión, en el Dojo Zen Nalanda. Este evento, además de ser profundamente simbólico, reflejó el vínculo de respeto mutuo y hermandad espiritual entre ambos maestros. Guānyīn, símbolo de la compasión infinita, representó la apertura y generosidad que el maestro Jesús Martínez imprimía en su forma de guiar la práctica y en su manera de vivir el zen.
Este periodo en Barcelona no solo fortaleció la práctica del maestro Ben, sino que le ofreció una vivencia comunitaria única, donde la práctica espiritual no se limitaba al dojo, sino que se expandía a las interacciones diarias y a los vínculos forjados a través de la atención y la presencia compartida.
La Fundación de Zen Oviedo
En 2024, el maestro Ben fundó Zen Oviedo, una escuela zen contemporánea e independiente con un enfoque conceptual renovador. Esta escuela nace del deseo de integrar la práctica tradicional del zen con elementos de otras tradiciones espirituales, como el judaísmo neojasídico y el sufismo, reconociendo la complejidad y los desafíos del mundo moderno.
Su motivación se vio en buena medida impulsada por la invitación, algo más que una invitación, de Pablo d’Ors a salir del semirretiro en el que se encontraba, pasando desapercibido, como algunos de los antiguos maestros zen, como el sexto patriarca Huìnéng (638–713), quien fue instruido por su maestro para no enseñar hasta transcurridos tres años, esperando el momento adecuado para compartir su despertar con el mundo. Esta perspectiva de paciencia, humildad y el no apresurarse a enseñar caló profundamente en el maestro Ben, quien también sintió que su enseñanza debía madurar antes de ser compartida abiertamente.
A diferencia de otras escuelas que pueden presentar el despertar como un evento único y definitivo, Zen Oviedo entiende el despertar como un proceso dinámico de toma de conciencia, una práctica viva que se despliega en la cotidianidad y que requiere presencia, apertura y flexibilidad.
La propuesta de Zen Oviedo se distingue por varios pilares fundamentales:
- Una nueva manera de trabajar los kōans: En lugar de utilizar los kōans únicamente como acertijos que desafían la lógica, la escuela los aborda como herramientas de transformación que ayudan a reconfigurar patrones mentales y fomentar respuestas encorporadas y auténticas.
- Ética basada en la toma de conciencia: En Zen Oviedo, la ética no se basa en la imposición de normas rígidas, sino en la capacidad de discernir con claridad y actuar de manera consciente según las condiciones del momento.
- Celebración del placer y la contradicción: En lugar de evitar o reprimir las emociones y experiencias placenteras, Zen Oviedo las reconoce como manifestaciones naturales del Sistema, oportunidades para explorar el flujo de la vida y abrirse al despertar desde la autenticidad.
- Apertura a dimensiones más allá de lo perceptible: La escuela no limita la realidad a lo material y tangible, sino que contempla la existencia de seres y realidades más allá de lo visible, entendiéndolos como nodos autónomos que forman parte del entramado del Sistema.
Además, Zen Oviedo ha desarrollado un enfoque innovador que utiliza paradigmas de la inteligencia artificial, no solo como herramientas, sino como modelos para comprender y actuar en un mundo interconectado y complejo. Esta visión ofrece una nueva perspectiva sobre la relación entre la mente humana, los sistemas de conocimiento y el entorno.
La fundación de Zen Oviedo no es un acto improvisado, sino la manifestación de un camino consolidado y una respuesta a la necesidad de prácticas espirituales que dialoguen con la modernidad sin perder su profundidad. La escuela se presenta como una comunidad viva, donde la transmisión de corazón a corazón, los kōans y la atención compasiva confluyen para invitar a cada practicante a encarnar el despertar en cada gesto y en cada interacción.
Reflexión Final
El maestro Ben Diez ha dedicado su vida a profundizar en el zen, enriqueciéndolo con un diálogo sincero y enriquecedor con otras tradiciones espirituales. Esta apertura le ha permitido adaptar la práctica a los desafíos y necesidades de nuestro tiempo sin perder su esencia.
Su recorrido, marcado por encuentros transformadores con maestros de diversas escuelas y su compromiso con un diálogo interreligioso auténtico, le ha otorgado la sabiduría y la legitimidad necesarias para fundar una escuela zen con una identidad única.
Zen Oviedo no es solo un espacio de práctica espiritual, sino una comunidad viva donde se cultiva la atención compasiva y el despertar en la vida cotidiana. Es un lugar donde la enseñanza se encarna con apertura, autenticidad y una profunda conexión con el flujo del Sistema.
Este proyecto es el resultado de un camino comprometido con la transmisión de corazón a corazón y con el reconocimiento de que cada instante es una oportunidad para vivir con presencia, responder con claridad y experimentar la interconexión con todo lo que nos rodea.
Zen Oviedo invita a sus miembros y buscadores sinceros a explorar su propio camino de despertar, no a través de teorías lejanas, sino mediante la experiencia directa, los encuentros transformadores y la práctica constante en el día a día.
Basta sentarse con alguien para que ocurra la transmisión.
El shayj es contagioso.
Si te sientas al sol, te quemas.
Eso es todo.
~ Shayj Muhammad ibn al-Habib (1876–1972)
Última revisión: 14 de enero de 2025