En Zen Oviedo, las Diez Puertas son kōans diseñados para ofrecer respuestas claras y disolver la confusión que los métodos tradicionales pueden haber despertado. Cada puerta actúa como un espejo que revela cómo interactuamos con el presente y nos invita a transformar nuestras percepciones y reacciones mediante explicaciones sencillas y prácticas concretas. Estas prácticas permiten integrar la enseñanza en el cuerpo-mente, fomentando un despertar continuo que alinea pensamientos, emociones y acciones con el flujo natural de la vida. Al recorrer estas puertas, desarrollamos claridad, flexibilidad y una mayor armonía en nuestra relación con el todo.


El ciprés en el patio

El filósofo y el silencio del Buda

Cada día es un buen día

Lóngtán y la búsqueda de lo extraordinario

Ruìyán llama al maestro

¿Cuál es el rostro original de Bodhidharma?

Nánquán mata a un gato

Rabino, ¿¡qué quiere de mí!?

Déshān lleva sus cuencos

Xiàngyán y el hombre en el árbol


Un monje le preguntó al maestro zen chino Zhàozhōu Cōngshěn (778–897): «¿Por qué vino Bodhidharma a China?».

El maestro Zhàozhōu respondió: «El ciprés en el patio».

PREGUNTA

¿Por qué vino Bodhidharma a China?

RESPUESTA

(Señala un objeto cercano y dice su nombre con calma, por ejemplo:) «El libro en la mesa».

ACLARACIÓN

Este gesto directo nos invita a salir de la maraña de pensamientos. No necesitamos una teoría o explicación; solo observar y habitar la experiencia concreta con una atención suficiente y relajada. Esto no implica forzar la mente ni mantenerla enfocada todo el tiempo, sino permitirnos descansar en el acto sencillo de ver lo que está ahí. Al señalar un objeto cercano y nombrarlo, traemos la mente al presente de manera natural y amable. La claridad surge cuando dejamos de intentar alcanzar algo y simplemente estamos ahí, sin esfuerzo.

COMENTARIO

Cuando el monje le preguntó al mestro Zhàozhōu por qué vino Bodhidharma a China, probablemente esperaba una respuesta profunda y filosófica. Sin embargo, el maestro Zhàozhōu simplemente señaló el ciprés en el patio y lo nombró. Este gesto nos recuerda algo esencial: salir de la maraña de pensamientos no requiere respuestas complejas, sino ver con claridad lo que tenemos delante. No es necesario analizar ni interpretar; solo mirar y habitar la experiencia con una atención suficiente y relajada.

Cuando observamos con esta quietud, vemos el árbol tal como es: un ser concreto, enraizado en el presente. No necesitamos reflexionar sobre su significado ni pensar en su propósito. Al contemplarlo sin esfuerzo, notamos su presencia viva y su simplicidad. Podemos decir también que ese ciprés es una manifestación del Código Fuente: una expresión asombrosa del misterio que posibilita la existencia. Es un nodo en la red de interdependencias: sus raíces abrazan la tierra, sus hojas beben la luz, las aves encuentran refugio en sus ramas. Pero no necesitamos pensar en todo esto para sentir su presencia ni experimentar su conexión con la vida.

La clave es esta: cuando prestamos una atención suficiente y relajada, salimos de la mente del mono, esa constante distracción que salta de un pensamiento a otro. La enseñanza de Bodhidharma nos invita a aterrizar en la realidad de este momento, sin forzar nada. Al mirar el ciprés, siente su sombra, su textura, su vida en silencio. Respira un instante antes de buscar un significado: solo sé testigo de su estar ahí y permite que surja el asombro. Ese es un momento de profunda comunión con la vida real, más allá de las abstracciones.

En ese instante, el ciprés sigue siendo solo un árbol: su sombra cae sobre el suelo, sus ramas crujen con el viento y su corteza refleja la luz del sol. Al verlo con claridad, sin pretender que sea otra cosa, algo cambia en nosotros: dejamos de estar atrapados en la maraña de pensamientos. No hace falta entenderlo ni interpretarlo: basta con verlo y estar ahí.

EJEMPLO

Cuando llueve después de un día caluroso, no piensas en qué significa la lluvia. Sientes el frescor sobre tu piel, escuchas el golpeteo suave en las hojas y hueles la tierra mojada. Así es la experiencia directa: te dejas empapar por lo que es, sin análisis ni expectativas.

Pagoda del monasterio Bǎilín en la provincia de Hebei (China)
Pagoda del monasterio Bǎilín, en la provincia de Hebei (China). Este monasterio fue el hogar del famoso maestro zen chino Zhàozhōu Cōngshěn (778–897) y el escenario del kōan «El ciprés en el patio». Aquí, el abad Jìnghuì (1933–2013) encomendó al maestro Ben Diez la importante misión de adaptar la enseñanza del zen con valentía y autenticidad para los occidentales.

🌿 PRÁCTICA

Propósito: Reconectar con el momento presente de manera integral, utilizando la vista, el tacto y la respiración.

  • Encuentra un lugar tranquilo: Siéntate cómodamente y elige un objeto cercano, como una taza, un libro o una planta.
  • Nómbralo en voz baja: Di su nombre con suavidad, por ejemplo: «taza».
  • Sujeta el objeto suavemente: Tómalo en tus manos (si es posible) y siente su peso, su textura y su temperatura. No se trata de «hacerlo bien» ni de sostenerlo de una forma especial, sino de permitir que la experiencia fluya con naturalidad.
  • Observa sus detalles sin analizar: Nota su forma, textura y color, y siente cómo tus manos lo perciben. Permite que tus ojos y tu tacto recorran el objeto sin expectativas ni interpretaciones.
  • Siente la experiencia directa: Si surgen pensamientos, observa cómo pasan y vuelve tu atención con calma al contacto con el objeto y tu respiración, sin forzar nada.
  • Permanece unos instantes: Respira y permite que la simplicidad del momento te envuelva. Nota cómo tu cuerpo se conecta con el objeto y el entorno sin esfuerzo.
  • Cierra la práctica: Suelta el objeto lentamente y deja que tus manos descansen. Pregúntate: «¿Cómo se siente mi mente y cuerpo después de este ejercicio?».

Esta práctica te ayuda a salir de la «mente del mono» y a cultivar la capacidad de ver con claridad lo que tienes delante. Con el tiempo, este hábito te permitirá afrontar cada situación con una atención suficiente y relajada, sintiéndote más enraizado en la experiencia real.


Un filósofo le dijo al Buda: «No pido palabras ni ausencia de palabras». El Buda guardó silencio.

El filósofo dijo admirado: «El Honrado por el Mundo ha disipado las nubes de mi ilusión con su amabilidad compasiva, y me ha permitido entrar en el Camino». Después, tras inclinarse, se despidió.

Entonces, Ānanda le preguntó al Buda: «¿Qué ha comprendido para admirarte tanto?».

El Honrado por el Mundo respondió: «El mejor caballo corre incluso ante la sombra del látigo».

PREGUNTA

¿Qué alcanzó el filósofo?

RESPUESTA

El filósofo rompió en llanto y susurró: «Gracias».

ACLARACIÓN

El llanto no fue algo consciente ni un acto planeado. No ocurrió porque el filósofo «entendiera» algo de manera racional, sino porque, al estar frente a la presencia del Buda, algo en su interior cedió sin resistencia. La transmisión de corazón a corazón lo atravesó, disolviendo lo que el intelecto no podía soltar. El «gracias» fue la expresión natural de ese descanso profundo que solo se encuentra cuando dejamos de luchar contra lo que es.

COMENTARIO

Desde la perspectiva de Zen Oviedo, el silencio del Buda no fue un vacío ni una estrategia, sino la manifestación natural de una presencia que lo contenía todo. El filósofo no lloró porque encontrara una respuesta en palabras, sino porque la simple presencia del Buda, viva y desarmante, lo tocó de una forma que su intelecto jamás podría alcanzar. Era como si su corazón, atrapado durante años en un nudo de pensamientos y ansiedades, hubiera encontrado al fin el espacio necesario para soltarse. Las lágrimas vinieron solas, inevitables, como el agua que brota de una fuente.

En el nivel relativo, el filósofo estaba perdido en un laberinto de pensamientos, atrapado en la urgencia de encontrar una solución que le permitiera descansar. Al no hallar una salida, su angustia se intensificaba. En ese contexto, el silencio del Buda no fue una respuesta para comprender, sino un rayo de claridad que atravesó la oscuridad mental. Fue un acto de pura presencia, capaz de disolver la necesidad de respuestas al mostrar que no había nada que resolver.

En el nivel de interser, el encuentro no fue solo entre un maestro y un filósofo, sino entre un nodo desgastado por sus proyecciones y otro que vibraba en armonía con el flujo del Sistema. El Buda no trató de convencer ni de enseñar algo: su presencia era la encarnación de una compasión lúcida que desarmaba sin esfuerzo. De manera similar, en los encuentros de Zen Oviedo, la transmisión de corazón a corazón del maestro Ben Diez no tiene como propósito generar respuestas intelectuales ni «lograr» algo. En cambio, su presencia invita a los asistentes a soltar lo que no pueden explicar y a permitir que la experiencia los toque.

Una estudiante describió esta vivencia de manera conmovedora: «Durante la transmisión sentí como si el maestro me sostuviera el corazón con una mano, lo masajeaba y lo sacudía… No diría que fue agradable, pero tampoco me hizo daño. Me descolocó».

Este «masaje» simbólico del corazón no es solo consuelo: es una apertura que deshace lo que estuvo retenido durante demasiado tiempo. Al final, el filósofo no «entendió» algo, sino que dejó de buscar. Por eso susurró «gracias»: porque su corazón, agotado de intentar, había encontrado al fin un lugar para descansar.

EJEMPLO

Es como sentarse al sol sin hacer nada: no puedes evitar que te caliente la piel.

Presencias en la ciudad: como el sol que calienta a todos por igual, la transmisión de corazón a corazón ocurre incluso en medio del bullicio. Basta estar ahí para sentirla.
Presencias en la ciudad: como el sol que calienta a todos por igual, la transmisión de corazón a corazón ocurre incluso en medio del bullicio. Basta estar ahí para sentirla.

🌿 PRÁCTICA

Propósito: Reconocer que la presencia transformadora no necesita explicarse ni buscarse.

  • Siéntate cómodamente con alguien en quien confíes: Encuentra un lugar donde ambos podáis estar relajados y en calma.
  • Permaneced juntos en silencio: No converséis ni intentéis explicaros nada, solo compartid unos minutos de quietud.
  • Observa tu respiración y tus sensaciones: Nota cómo tu cuerpo responde a la simple presencia del otro, sin intentar cambiar nada.
  • Permítete sentir lo que surja: Deja que la experiencia se desarrolle sin buscar darle un significado ni analizarla.

Como dijo el shayj Muhammad ibn al-Habib (1876–1972): «Basta sentarse con alguien para que ocurra la transmisión. El shayj es contagioso. Si te sientas al sol, te quemas. Eso es todo.»


El maestro zen chino Yúnmén Wényǎn (864–949) dijo: «No os pregunto sobre hace quince días. Pero, ¿qué hay de dentro de quince días? ¡Vamos, decid una palabra al respecto!». Como nadie respondió, el maestro Yúnmén contestó por ellos: «Cada día es un buen día».

RESPUESTA

(Respuesta alternativa a la original del maestro Yúnmén:) «Hoy es un buen día, tal como es».

ACLARACIÓN

La afirmación «Hoy es un buen día, tal como es» refleja una aceptación profunda del presente. Responde también a la pregunta del maestro Yúnmén sobre el pasado y el futuro: en lugar de quedarnos atrapados en las sombras de lo que ocurrió o las proyecciones de lo que puede venir, reconocemos que el único momento pleno es el presente. Este gesto no niega las dificultades ni idealiza los días fáciles, sino que enfatiza que todo lo que sucede, en su forma única, es parte del flujo del Sistema.

COMENTARIO

El maestro Yúnmén no preguntaba literalmente sobre el pasado ni el futuro; su koan es una invitación a confrontar nuestra relación con el tiempo. En su respuesta: «Cada día es un buen día», nos enseña que más allá de los juicios personales, cada día es completo en sí mismo como parte del flujo del Sistema.

En Zen Oviedo, comprendemos esta afirmación como un reconocimiento de que cada momento refleja la totalidad del Sistema, independientemente de nuestras percepciones de sufrimiento o placer. Esta visión no es exclusiva de nuestra tradición; sin duda, el maestro Yúnmén también la compartía. Su respuesta apunta a una realidad más amplia donde cada día, con sus desafíos y alegrías, es una manifestación plena del Sistema y su flujo interconectado.

Decir «Hoy es un buen día» no implica un optimismo superficial, sino una claridad que nos permite ver cada día como una oportunidad para alinear nuestra comprensión con el flujo del Sistema. En lugar de buscar un ideal de «buen día», aceptamos que el despertar continuo nos invita a integrar cada experiencia, por difícil que sea, como parte del todo interconectado.

EJEMPLO

Piensa en un árbol que experimenta estaciones cambiantes. En primavera florece, en otoño pierde sus hojas, y en invierno permanece desnudo. Cada estación tiene su propio carácter y propósito, pero el árbol sigue siendo parte de un ecosistema más amplio, completo en todas sus expresiones. Así es cada día en nuestras vidas: único en su manifestación, pero siempre conectado con el todo.

Un árbol solitario al borde de un lago tranquilo.
Un árbol solitario al borde de un lago tranquilo. Cada instante refleja la totalidad: el presente, tal como es, siempre es completo.

🌿 PRÁCTICA

Propósito: Integrar la comprensión de que cada día, con todas sus condiciones, es una manifestación completa del Sistema.

  • Al final del día, encuentra un lugar tranquilo y reflexiona sobre los eventos que experimentaste.
  • Para cada experiencia significativa (ya sea placentera o difícil), ponle un nombre breve, como «disfruté el almuerzo» o «me sentí frustrado en el trabajo».
  • Di en voz alta para cada experiencia: «Esto también forma parte de un buen día».
  • Al final de la reflexión, cierra con la afirmación: «Hoy fue un buen día, tal como fue».
  • Si lo deseas, escribe tus reflexiones en un cuaderno, destacando cómo cada experiencia, en conjunto, forma parte del flujo del Sistema.

Reflexionar sobre los eventos desde esta perspectiva fomenta la aceptación radical del presente y te permite cultivar claridad y gratitud, dejando atrás juicios fragmentados y abriéndote al despertar continuo.


Lóngtán era el asistente del maestro zen chino Dàowù (748–807) y sentía que aún no había recibido la enseñanza esencial del zen. Tras mucho tiempo sirviendo a su maestro, reunió el valor necesario y expresó su inquietud: «Desde que vine aquí, todavía no me ha enseñado la esencia».

El maestro Dàowù lo miró con serenidad y respondió: «No he dejado de enseñarte la esencia desde que llegaste». Confundido, Lóngtán insistió: «¿Qué es todo lo que me ha enseñado?». Con la misma calma, el maestro dijo: «Cuando me preparas té, lo bebo; cuando me sirves la comida, la como; y cuando me saludas, te devuelvo el saludo con la cabeza. ¿Acaso no son todas estas cosas demostraciones de la esencia?».

Lóngtán agachó la cabeza y permaneció en silencio durante un buen rato. Algo en su interior cedió, como si una puerta se hubiera abierto al fin. El maestro añadió: «Capta la esencia tal como es en el momento; será distinta en cuanto intentes pensar en ella». Y, en ese instante, sin más razonamientos, Lóngtán experimentó un despertar profundo.

PREGUNTA

¿Qué logró Lóngtán?

RESPUESTA

(Entrega un café y dice con una sonrisa sencilla:) «Aquí tienes el café que me pediste.»

ACLARACIÓN

La entrega del café es mucho más que un simple acto cotidiano. Es la encarnación directa de la función correcta: hacer lo que toca en el momento presente, sin adornos ni expectativas. No se trata de convertir la vida en una serie de rituales hiperconscientes, sino de comprender que la vida ya es significativa si estamos presentes con la atención suficiente. El «aquí tienes» no es solo un gesto de cortesía, sino la aceptación natural de nuestra función dentro de la danza de los diez mil nodos. En esa entrega, el momento se completa porque el nodo que somos ha respondido al flujo con naturalidad.

COMENTARIO

Lóngtán había caído en la trampa de esperar una enseñanza grandiosa, un destello místico que lo iluminara de golpe. Sin embargo, el maestro Dàowù le mostró que la esencia se manifestaba en cada acto, no como algo separado de la vida, sino como su núcleo mismo.

Imagina que eres un barista preparando un café para un cliente. Todo en ese momento —el ruido de la cafetera, el aroma del grano recién molido, el simple «gracias» del cliente— forma parte de un flujo en el que desempeñas tu papel con atención suficiente, sin esfuerzo añadido. No necesitamos ninguna atención plena, simplemente la necesaria para realizar correctamente la tarea que tenemos entre manos. Tampoco necesitamos adornar la tarea con significados externos: un sencillo grano de mostaza es un reflejo perfecto del Sistema entero, o como decían los antiguos maestros: contiene todo el universo.

La práctica del zen no reside en escapar de la realidad cotidiana, sino en actuar de acuerdo con lo que el momento requiere. Como cuando seguimos las indicaciones de un GPS: no pensamos en el sistema que lo hace funcionar, simplemente giramos a la derecha cuando nos lo indica. La función correcta surge de la confianza en que el flujo ya está integrado, en que cada giro y parada tiene sentido dentro del conjunto.

Pero ¿qué ocurre con el Código Fuente? Es natural querer ver «lo que está detrás», buscar un significado último que explique todo. Sin embargo, el maestro Dàowù sabía que no es posible contemplar el Código Fuente cara a cara, porque no es algo que pueda captarse con los sentidos. Pero eso también está bien: cada instante es una expresión completa del Código Fuente, una manifestación perfecta en la danza de los diez mil nodos. No es una «sombra de lo real» ni un reflejo incompleto, sino su despliegue en la realidad relativa que habitamos.

Esta comprensión rompe la obsesión por alcanzar algo extraordinario y permite aceptar que cada acto sencillo es la vida misma desplegándose. No hace falta buscar la raíz cuando cada rama ya la expresa. Despertar es darnos cuenta de que cada acto es suficiente en sí mismo, una expresión perfecta del Código Fuente, y aceptar que hay misterios que probablemente nunca lleguemos a entender, y eso también está bien.

EJEMPLO

Es como servir un vaso de agua a alguien que tiene sed: no es un acto heroico ni un simple trámite, sino una respuesta ajustada y precisa al momento. No necesitamos ver el manantial para confiar en el agua que llega al vaso; esa manifestación es, por sí misma, suficiente y completa.

La danza de los diez mil nodos es la manifestación del Código Fuente
La danza de los diez mil nodos es la manifestación del Código Fuente

🌿 PRÁCTICA

Propósito: Reconectar con el flujo del Sistema a través de acciones simples, recordándote que la esencia no está en grandes momentos de revelación, sino en la práctica constante de estar ahí, en lo que toca hacer.

  • Escoge una tarea cotidiana: Puede ser preparar café, barrer el suelo o lavar un plato.
  • Realízala con atención suficiente: Mientras realizas la tarea, mantén la atención en los movimientos sin forzar ni añadir significado.
  • Recuerda que la tarea refleja la totalidad: Si tu mente intenta buscar un propósito más profundo o se pregunta «¿esto es todo?», recuérdate: «Lo que se muestra es suficiente».
  • Evita narrativas internas: Si surgen pensamientos como «esto es aburrido» o «debo terminar rápido», obsérvalos y vuelve a la acción.
  • Finaliza con una pausa: Detente un momento y observa cómo se siente tu cuerpo al haber realizado la tarea con presencia.
  • Repite internamente: «Lo que tocaba hacer, ya está hecho».

Como enseñó el maestro Dàowù: la función correcta no se encuentra al pensar en ella, sino al dejar que emerja del momento mismo. Al igual que el pájaro cruza el cielo sin preocuparse por su trayectoria, tú también puedes participar de la danza de los diez mil nodos, permitiendo que cada acto sea completo y suficiente.


El maestro Ruìyán Shīyàn (820–933) tenía una práctica singular: todos los días se llamaba a sí mismo: «¡Maestro!». Y él mismo respondía: «¿Sí?». Entonces continuaba: «¡Debes mantenerte claro!». «¡Sí!» «¡Nunca te dejes engañar por otros, en ningún momento!» «¡Sí! ¡Sí!»

PREGUNTA

El maestro Ruìyán se llamaba y se respondía, como si hubiera dos mentes. ¿Cuál es el verdadero maestro?

RESPUESTA

(Tocarse en el pecho, y decir con firmeza:) «¡Aquí mismo!»

ACLARACIÓN

El gesto de tocarse el pecho y decir «Aquí mismo» apunta a la comprensión de que no hay separación entre el llamado y la respuesta, entre el maestro y el nodo que somos. Este acto no divide la experiencia, sino que la unifica en el momento presente, mostrando que el maestro no está en otro lugar, sino aquí, en la interacción misma.

COMENTARIO

El maestro Ruìyán utilizaba su práctica de llamarse y responderse para ejemplificar un punto esencial: la conexión indivisible entre el nodo que somos y el flujo del Sistema. Un «nodo» puede entenderse como un punto en una red interconectada que participa en el flujo del sistema más amplio. Por ejemplo, podemos imaginar un nodo como un semáforo en una ciudad: aunque cada semáforo funciona de forma individual, su acción está coordinada con otros para mantener el flujo de tráfico.

No hay dos mentes, solo una interacción fluida que reafirma nuestra integración con el entorno y el momento presente. La aparente dualidad entre el llamado y la respuesta es, en realidad, una unidad dinámica.

Para entenderlo mejor, podemos imaginar una aplicación de mensajería en un dispositivo móvil. Cuando pulsas el botón «Enviar», el sistema realiza múltiples funciones de manera invisible para el usuario, como codificar el mensaje, enviarlo al servidor y devolver una confirmación de entrega. Aunque parecen pasos separados, son parte de un único proceso que asegura el flujo continuo del sistema de mensajería. De manera similar, el llamado «maestro» y la respuesta de Ruìyán no son actos separados, sino parte de un solo proceso que reafirma nuestra conexión con el Sistema.

En Zen Oviedo, este kōan resalta que la conexión con el Sistema no requiere buscar respuestas externas ni resolver dilemas conceptuales. En su lugar, se trata de recordar que ya estamos integrados, funcionando en armonía con el flujo. Las dudas o distracciones no son obstáculos a superar, sino señales que nos invitan a reajustar nuestra atención y reconectar con el momento presente. El maestro no está en otro lugar, está aquí, en nuestra interacción directa con el momento.

EJEMPLO

Imagina una aplicación de navegación. Introduces un destino y el sistema calcula la ruta, muestra el mapa y te guía hacia tu destino. Aunque estas funciones parecen separadas, son parte de un único proceso que funciona en conjunto. Del mismo modo, el llamado «Maestro» y la respuesta de Ruìyán no son eventos separados, sino partes de un solo flujo continuo que mantiene la conexión con el Sistema.

Un hombre en una cafetería con la mano sobre el pecho.
Encuentro con uno mismo: incluso en medio de una cafetería concurrida, el verdadero maestro siempre está presente, aquí y ahora.

🌿 PRÁCTICA

Propósito: Reforzar la conexión con el momento presente y recordar que no existe separación entre el «yo» que pregunta y el «yo» que responde, cultivando una atención suficiente y amorosa.

  • Encuentra un lugar tranquilo donde puedas sentarte cómodamente, sin interrupciones.
  • Coloca tu mano sobre tu pecho y di en voz alta: «¡Maestro!».
  • Haz una pausa y responde con calma: «Sí».
  • Continúa el diálogo breve: «¡Debes mantenerte claro!» «¡Sí!» «¡No te dejes engañar por nadie, en ningún momento!» «¡Sí, sí!»
  • Observa cómo se siente el intercambio en tu cuerpo y mente. Nota si hay tensión que se disuelve o claridad que surge.
  • Respira profundamente y permite que la atención regrese suavemente al presente, sintiendo la unidad entre tu llamado y tu respuesta.

El maestro zen coreano Seung Sahn preguntó (1927–2004): «¿Cuál es el rostro original de Bodhidharma?».

Nota: Según la tradición, Bodhidharma (hacia el siglo V), fue el transmisor de la enseñanzas zen desde la India hasta China, y está considerado el primer patriarca zen de China. En Zen Oviedo, su «no sé» es uno de nuestros faros.

RESPUESTA

(Un momento de silencio, seguido de:) «No puedes verlo, pero todo surge de ello».

ACLARACIÓN

El silencio inicial señala la naturaleza inefable del rostro original de Bodhidharma, algo que trasciende palabras o conceptos. La frase «No puedes verlo, pero todo surge de ello» nos invita a reconocer que el rostro original no es una entidad que podamos captar directamente, sino la raíz de todas las manifestaciones. Este gesto conecta al practicante con el misterio del código fuente del Sistema de manera vivencial.

COMENTARIO

El rostro original de Bodhidharma, en el contexto de Zen Oviedo, apunta al código fuente del Sistema: la esencia invisible que da lugar a todas las manifestaciones, sin ser una entidad separada o fija. Este concepto no se refiere a algo que podamos ver o imaginar, sino al fundamento subyacente que sostiene e interconecta todas las experiencias. Como tal, el código fuente no puede ser atrapado por el pensamiento conceptual, pero puede reconocerse en la forma en que cada nodo del Sistema funciona y se relaciona.

El kōan nos invita a soltar nuestra tendencia a conceptualizar y buscar respuestas definitivas. En lugar de centrarnos en lo que el rostro original «es» o «no es», se nos alienta a observar cómo todo lo que surge en el momento presente refleja esa raíz fundamental. Este proceso no busca resolver un enigma, sino dirigirnos hacia una experiencia directa de lo que ya está presente, sin la interferencia de la mente analítica.

La metáfora del código fuente de un programa resulta útil aquí: aunque no podemos ver el código mientras interactuamos con la aplicación, cada función y resultado que experimentamos es una expresión de ese código. De manera similar, el rostro original de Bodhidharma se refleja en el funcionamiento del Sistema, no como algo que podamos identificar visualmente, sino como aquello que da lugar a todo lo que percibimos.

EJEMPLO

Es como un árbol y sus raíces. No vemos las raíces mientras miramos el tronco, las ramas y las hojas, pero todo lo que constituye al árbol, desde su altura hasta sus frutos, surge de las raíces. Las raíces no están separadas del árbol; son su fundamento invisible, que sustenta todo lo visible.

Bodhidharma (hacia el siglo V) fue el primer patriarca zen de China según la tradición
Bodhidharma (hacia el siglo V) fue el primer patriarca zen de China según la tradición

🌿 PRÁCTICA

Propósito: Reconocer la raíz de todas las manifestaciones. Esta práctica fomenta una conexión directa con el flujo del Sistema, permitiendo que lo inefable del código fuente se experimente a través de sus manifestaciones.

  • Encuentra un lugar tranquilo y observa lo que percibes: sonidos, formas, colores, pensamientos.
  • Pregúntate: «¿Qué es lo que da lugar a todo esto?»
  • Mantén la pregunta abierta, sin intentar conceptualizar ni responder de manera lógica.
  • Permite que la pregunta te guíe hacia una experiencia directa del momento presente, soltando cualquier necesidad de control o análisis.

Una mañana, los monjes de los pabellones este y oeste estaban discutiendo acerca de un gato. Al escuchar la acalorada disputa mientras pasaba, el maestro zen chino Nánquán (hacia 749–835) sostuvo al gato en una mano y un cuchillo en la otra, y gritó: «¡Ustedes! ¡Denme una palabra y salvaré a este gato! Si no pueden, lo mataré». Nadie pudo responder, así que, finalmente, Nánquán cortó al gato en dos.

Por la tarde, cuando Zhàozhōu (778–897) regresó, Nánquán le contó lo ocurrido. Zhàozhōu se quitó los zapatos, se los puso en la cabeza y se marchó. Nánquán  dijo: «¡Ay! Si hubieras estado allí, podría haber salvado al gato».

PREGUNTA

El maestro Nánquán dijo: «¡Denme una palabra!». ¿Qué puedes hacer en ese momento?

RESPUESTA

(Extiendo la mano con la palma abierta en señal de «¡Párate!», mirando al maestro a los ojos y digo con firmeza:) «¡Maestro, por favor, suelte al gato!»

ACLARACIÓN

El gesto de la mano abierta en señal de «párate» es un acto físico que desmantela el automatismo del momento. No es solo una petición, sino un gesto que frena en seco la situación para devolver claridad y presencia. Al pedirle al maestro que suelte al gato, la acción no se basa en miedo, ni en un deber abstracto, sino en la comprensión de que detener la situación es lo único relevante en ese momento. Este gesto recuerda que, antes de cualquier respuesta conceptual, está la vida misma, latiendo en el presente.

COMENTARIO

Desde la perspectiva de Zen Oviedo, la escena del maestro Nánquán representa un desafío donde cada acción parece estar a punto de romperse: los monjes están atrapados en un ciclo de disputas, el maestro eleva la tensión con una amenaza extrema, y el gato, vulnerable y sin culpa, se convierte en el centro de todas las proyecciones humanas. El gesto de la mano en señal de «¡Párate!» busca detener la reactividad para devolver la conexión con el presente. Es un recordatorio de que la acción clara puede surgir cuando dejamos de reaccionar y vemos lo que realmente está ocurriendo.

En el nivel relativo, este gesto señala que la vida del gato está en peligro inmediato y la situación ha escalado demasiado. No se trata de teorizar ni de demostrar algo, sino de frenar antes de que ocurra un daño irreparable. Es como cuando alguien está a punto de cruzar la calle sin mirar y, sin pensarlo, extiendes la mano para detenerlo. En ese momento, no se necesita un discurso, solo la acción adecuada para evitar la tragedia. Aquí, el gato es un nodo que representa la fragilidad de la vida, mientras que nuestra función como nodos conscientes es proteger esa vida cuando el momento lo requiere.

En el nivel de interser, todos los elementos en la escena están interconectados. La disputa de los monjes, la tensión del maestro y la vida del gato son hilos de la misma red de interacciones. Al detener la acción, también se busca restaurar el flujo del Sistema, devolviendo a cada nodo su lugar. Es como cuando un músico pierde el compás en una orquesta: el desajuste de uno afecta a todos. La mano abierta no solo busca proteger al gato, sino también restablecer la armonía en la interacción grupal. La compasión sistémica no surge del deber, sino de comprender que detener la acción reactiva es lo que permite que el Sistema recobre su equilibrio.

En el nivel último, aunque no siempre es necesario llegar aquí, se puede intuir el Código Fuente en la manera en que la acción fluye sin esfuerzo ni cálculo. No se busca un resultado heroico ni demostrar algo a nadie: simplemente, surge la acción porque es lo que debe surgir en ese momento. Es como cuando un río cambia de dirección para evitar un obstáculo: el agua no lo piensa, simplemente responde al cauce.

EJEMPLO

Es como cuando estás con un niño que corre hacia la calle sin mirar. No piensas en explicarle los riesgos, solo extiendes tu brazo y dices: «¡Párate!», porque sabes que esa es la única respuesta que importa.

Una mujer detiene el flujo del momento con calma y firmeza, reflejando control y compasión.
Una mujer detiene el flujo del momento con calma y firmeza, reflejando control y compasión.

🌿 PRÁCTICA

Propósito: Desarrollar la capacidad de responder con claridad y detener la reactividad en situaciones tensas.

  • Encuentra un momento en el día en el que notes que tu entorno está cargado de tensión o discusiones.
  • Detente por un instante y respira profundamente, sintiendo cómo el aire entra y sale de tu cuerpo.
  • Extiende tu mano con la palma abierta, como en señal de «párate», recordando el gesto y lo que significa: detener el automatismo y devolver claridad al momento.
  • Dite a ti mismo en voz baja o mentalmente: «Estoy aquí para evitar un paso en falso».

Esta práctica te ayuda a romper los ciclos reactivos y actuar desde la calma y la presencia. Cuando notes que la situación te arrastra hacia respuestas automáticas, recuerda que el primer paso para actuar con ajuste es detenerse y recuperar tu centro.


Un joven estudiante rabínico se hospedó en la casa de su maestro, quien cada mañana le servía generosamente el desayuno: «Aquí tienes, prueba un poco de esto y un poco más de aquello. ¡Come más! Esto está fresco, y esto otro está delicioso». Sin embargo, al final del día, mientras regresaban juntos de la sinagoga, el maestro le decía: «Espero que no te moleste, pero una persona no puede comportarse como un animal comiendo todo solo porque se lo pongan delante. No tienes por qué comer todo lo que ves. Puedes controlarte».

Después de varios días repitiéndose la misma situación, el joven explotó frustrado: «Rabino, ¿¡qué quiere de mí!? ¡Me está volviendo loco! Primero me dice que coma, y luego que no coma. ¡Dígame qué es lo que quiere!».

PREGUNTA

«¿¡Qué quiere de mí!?»

RESPUESTA

(Repite las palabras del maestro:) «Por la mañana, eres mi invitado; por la tarde, mi alumno.»

ACLARACIÓN

La respuesta del maestro no es contradictoria, sino una lección sobre la importancia de reconocer nuestros diferentes roles según el momento. Al repetir esta frase, se evidencia que durante el desayuno, el rol del estudiante era el de invitado, alguien que recibe generosidad. Sin embargo, al terminar el día, el maestro asumía el papel de guía, cuya función es enseñar y corregir. La respuesta pone de manifiesto que entender el contexto y el rol adecuado nos permite evitar confusión y responder con claridad.

COMENTARIO

Este kōan nos invita a reflexionar sobre los roles que asumimos y cómo nuestras acciones deben ajustarse al contexto. A nivel relativo, durante el desayuno, el estudiante es un invitado, y el maestro es un anfitrión que cumple con la tradición de ofrecer comida generosamente. Sin embargo, al salir de la casa, los roles cambian: el maestro se convierte en un guía con la responsabilidad de enseñar, incluso corrigiendo con franqueza si es necesario. La lección es clara: ser invitado no significa aceptar todo sin pensar; se puede recibir con gratitud sin perder de vista lo que es apropiado para uno mismo.

A nivel interser, las acciones del maestro no surgen de una identidad fija, sino de las relaciones en las que está inmerso y de los valores que ha cultivado. Hoy es anfitrión y mañana es guía, pero estos roles responden a un entramado de experiencias y aprendizajes que cambian con el tiempo. Por ejemplo, el maestro pudo aprender la importancia de la hospitalidad durante su propia formación, así como la necesidad de corregir cuando es necesario. Sin embargo, los valores no son inmutables. Pueden ajustarse, reescribirse o incluso desaparecer frente a nuevas circunstancias.

Esto ocurre también en nuestra vida digital. Piensa en alguien que es un referente en su campo profesional y comparte contenido educativo de manera altruista en redes sociales. Sin embargo, cuando está en un chat privado con sus amigos, su rol cambia: ya no es un experto, sino un igual que disfruta de bromas y confidencias. Si ese profesional no reconoce cuándo ser formal y cuándo relajarse, puede generar malentendidos o perder conexiones importantes. Al igual que el maestro, necesita saber cuándo ser anfitrión, guía o simplemente él mismo.

Los valores subyacentes —como la autenticidad, el respeto o la enseñanza— pueden mantenerse en diferentes roles, pero también evolucionan. Imagina a alguien que siempre ha valorado la autosuficiencia. Evita pedir ayuda, pensando que debe demostrar su independencia. Pero un día enfrenta un desafío inesperado, como una situación médica compleja, y debe aceptar apoyo. En ese momento, lo que antes era un principio inamovible se transforma en la aceptación de la colaboración.

Esto nos recuerda que los valores y roles son como las configuraciones de un sistema operativo: pueden adaptarse o fallar frente a circunstancias imprevistas. Lejos de ser archivos fijos, somos un flujo de aprendizajes y relaciones que se reconfiguran continuamente. De la misma manera que un dispositivo necesita actualizaciones para responder mejor a nuevas necesidades, nuestras decisiones también cambian cuando el entorno lo requiere.

En última instancia, este kōan nos enseña que comprender nuestro papel en cada contexto, tanto en el mundo físico como en el digital, nos permite responder con claridad y equilibrio. No se trata de definirnos con etiquetas rígidas, sino de reconocer que nuestras acciones surgen de un sistema de relaciones que puede transformarse continuamente.

EJEMPLO

Es como tener un armario con ropa para distintas ocasiones: eliges algo cómodo para estar en casa, un atuendo formal para una reunión o un abrigo para el frío. No eliges siempre la misma ropa, sino lo que se ajusta al momento. Del mismo modo, nuestras acciones y valores se adaptan según lo que cada situación requiere.

Rabino volviendo a casa, después del rezo nocturno, con estudiante adolescente.
Rabino volviendo a casa, después del rezo nocturno, con estudiante adolescente.

🌿 PRÁCTICA

Propósito: Reconocer y ajustar conscientemente nuestros roles en diferentes situaciones para responder con claridad y adaptabilidad.

  • Siéntate tranquilo y respira profundamente.
  • Recuerda una situación reciente donde te sentiste incómodo o confundido sobre tu rol.
  • Reflexiona brevemente: ¿Qué rol asumí? ¿Era el adecuado para ese momento?
  • Conecta con tu cuerpo: Observa cualquier tensión y respira, diciendo mentalmente: «Puedo adaptarme sin perder mi claridad».
  • Piensa en cómo podrías haber actuado con más conciencia de tu rol y del contexto.
  • Cierra la práctica: Respira profundamente y, al abrir los ojos, observa cómo te sientes ahora.

Al terminar, pregúntate: «¿Qué aprendí sobre mi rol y mi capacidad de adaptación en esa situación?» Esta práctica te ayuda a reconocer y ajustar tus roles para responder con mayor claridad y equilibrio, tanto en lo físico como en lo digital.


Un día, el maestro zen chino Déshān Xuānjiàn (782–865) entró en la sala del Dharma llevando sus cuencos. El cocinero, Xuěfēng, le dijo: «Venerable maestro, aún no se ha tocado la campana ni el tambor. ¿A dónde va llevando sus cuencos?». Al oír esto, Déshān regresó a sus aposentos. Xuěfēng le contó lo sucedido al monje principal, Yántóu, lo sucedido.

Yántóu dijo: «El gran maestro Déshān no entiende la última palabra».

El maestro Déshān oyó esto y mandó llamar a Yántóu. «¿No apruebas mi acción?» le preguntó. Entonces Yántóu susurró al oído del maestro Déshān, y este se sintió aliviado.

Al día siguiente, al subir al estrado para dar su charla del Dharma, el maestro Déshān era muy diferente de antes. Yántóu fue al frente de la sala del Dharma, rió a carcajadas, aplaudió y dijo: «¡Gran alegría! ¡El venerable maestro ha entendido la última palabra! A partir de ahora, nadie podrá detenerlo».

PREGUNTA

¿Cuál era la última palabra?

RESPUESTA

Acudir a la sala del Dharma cuando suenen la campana y el tambor.

ACLARACIÓN

La última palabra no es una frase, sino una acción ajustada al contexto. Acudir solo cuando las señales lo indican representa la capacidad de actuar en sintonía con las condiciones presentes, sin apresurarse ni retrasarse. Es una metáfora de responder al flujo de la vida con precisión y serenidad.

COMENTARIO

La «última palabra» representa la función correcta en cada momento. Déshān cometió un error menor al anticiparse y entrar con sus cuencos antes de tiempo, pero reaccionó de manera ejemplar al aceptar la corrección sin justificar ni dramatizar. Esto demuestra que incluso los maestros pueden equivocarse, y lo importante no es evitar los errores, sino ajustarse con calma y seguir adelante.

El problema surgió con Xuěfēng, quien interpretó la corrección como un fallo significativo. Esto muestra cómo la creencia de que los maestros son infalibles puede generar interpretaciones erróneas. Al contárselo a Yántóu, este comentó que «Déshān no comprendía la última palabra». ¿A qué se refería? Probablemente al hecho de que Déshān, al regresar a su cuarto sin más, no aclaró la confusión de Xuěfēng ni aprovechó la oportunidad para enseñarle que los errores son parte del aprendizaje.

¿Qué le susurró Yántóu al oído? No lo sabemos con certeza. Sin embargo, podemos imaginar algo como: «Maestro, mi respeto por usted es absoluto. Xuěfēng malinterpretó su silencio y pensó que le dio una lección. Mi intención era ayudar, pero solo causé confusión. Tal vez podamos aclararlo juntos.» Este tipo de susurro encarna un principio importante: restaurar los vínculos reconociendo nuestro impacto, incluso cuando actuamos con buenas intenciones.

La charla de Déshān al día siguiente fue descrita como «muy diferente», pero no sabemos exactamente cómo. Podemos suponer que, dejando a un lado su estilo habitual de enseñanza, que era rudo y parco en palabras, explicó que los errores forman parte del camino y que lo relevante es cómo los gestionamos. Su mensaje podría haber sido algo como: «Lo importante no es ser infalibles; somos humanos y nos equivocamos. Lo importante es aprender a ajustarnos con claridad y humildad». Yántóu, al reír y aplaudir, subrayó simbólicamente que el maestro había retomado el equilibrio y disipado cualquier confusión.

Si fuéramos Déshān y Xuěfēng nos preguntara: «¿Adónde vas con tus cuencos?», podríamos responder: «Gracias, Xuěfēng. Me adelanté. Y no pasa nada: los errores son parte del camino». Esta respuesta muestra gratitud por la observación, desmantela la expectativa de perfección y reafirma que ajustarse al momento es una oportunidad de crecimiento.

Este kōan también nos recuerda la importancia de aceptar lo que no sabemos y trabajar a partir de ahí. No sabemos qué pensaba Yántóu ni las palabras exactas que dijo, pero esto no es un obstáculo, sino una invitación a manejar la incertidumbre con confianza y apertura.

En términos de vida cotidiana: Así como un sistema necesita ajustes para mantener su fluidez, nosotros debemos aprender a ajustar nuestras reacciones y respuestas para mantener la armonía en nuestras relaciones y en nuestro propio proceso de crecimiento. Un sistema no se «rompe» por un pequeño fallo si sabe ajustarse; de igual manera, no perdemos nuestra integridad por cometer un error si respondemos con humildad y claridad.

EJEMPLO

Es como corregir un mensaje de voz antes de enviarlo: reconoces el error, grabas de nuevo y sigues adelante, sin convertirlo en un drama.

🌿 PRÁCTICA 1

Propósito: Aceptar que los errores ocurren y aprender a reajustarse con calma, sin tensión ni dramatización.

  • Siéntate tranquilo y respira profundamente: Siéntate cómodamente y realiza una respiración profunda. Al inhalar, piensa: «Estoy aquí». Al exhalar, piensa: «Puedo soltar la tensión».
  • Recuerda un error reciente: Evoca un momento sencillo en el que cometiste un error, como llegar tarde, olvidar algo o hacer algo fuera de lugar.
  • Describe en pocas palabras lo que sucedió: Di mentalmente: «Olvidé esto», «Me adelanté», «Me equivoqué en esto». Sé breve y directo, sin añadir explicaciones ni justificaciones.
  • Conecta con tu cuerpo: Nota si surge alguna tensión en tu cuerpo, como un nudo en el pecho o la mandíbula apretada. Inhala de nuevo y repite: «Es solo un error. Puedo reajustarme».
  • Piensa en un paso concreto para reajustarte:
    • Si llegaste tarde, di: «Puedo gestionar mejor mi salida la próxima vez».
    • Si dijiste algo fuera de lugar, piensa: «La próxima vez, haré una pausa antes de responder».
  • Cierra la práctica: Di en voz baja o mentalmente: «Está bien equivocarse. Lo importante es seguir aprendiendo y ajustándome con calma».

Al terminar, pregúntate: «¿Qué aprendí sobre mi rol y mi capacidad de adaptación en esa situación?» Esta práctica te ayuda a reconocer y ajustar tus roles para responder con mayor claridad y equilibrio, tanto en lo físico como en lo digital.

🌿 PRÁCTICA 2

Propósito: Actuar con serenidad y confianza incluso cuando la información es incompleta.

  • Siéntate tranquilo y respira profundamente: Inhala y exhala con calma, permitiendo que tu atención se asiente en el presente.
  • Reconoce la incertidumbre: Di mentalmente: «No tengo toda la información, pero puedo avanzar».
  • Ancla tu decisión en el presente: Coloca tu mano suavemente sobre tu pecho y afirma: «Estoy presente y hago lo mejor con lo que tengo».
  • Realiza un pequeño gesto simbólico: Como levantar la mirada o relajar los hombros, para sentir en el cuerpo la intención de avanzar con confianza.
  • Respira profundamente una vez más: Siente cómo la calma se expande en tu cuerpo mientras te preparas para actuar.
  • Cierra la práctica: Di mentalmente: «Puedo reajustar si es necesario, pero ahora avanzo con claridad».

Al terminar, pregúntate: «¿Cómo se siente mi mente y cuerpo después de permitirme avanzar sin tener todas las respuestas?». Esta práctica te ayudará a conectar con la serenidad en momentos de incertidumbre y a integrar la confianza en tu capacidad de reajustarte según el flujo de cada situación.


El maestro zen chino Xiāngyán Zhìxián (812–898) dijo: «Es como un hombre subido a un árbol que cuelga de una rama con los dientes; sus manos no pueden aferrarse a ninguna otra rama, sus pies no tocan el tronco; está completamente atado y atrapado. Otro hombre, al pie del árbol, le pregunta: “¿Por qué vino Bodhidharma a China?”. Si no responde, evade su deber y será castigado con la muerte. Si responde, perderá la vida».

PREGUNTA

Si tú estuvieras en el árbol, ¿cómo te mantendrías con vida?»

RESPUESTA

(Me dejo caer, señalando a un lugar cercano en el suelo donde imagino al hombre que hizo la pregunta).

ACLARACIÓN

El acto de dejarse caer no es solo una aceptación de lo inevitable, sino también una respuesta directa a la amenaza que representa la pregunta misma. El hombre en el árbol no tiene escapatoria; su situación es completamente insostenible. En lugar de aferrarse al dilema, actúa con claridad, abrazando tanto la inevitabilidad de su caída como la oportunidad de enfrentar la amenaza representada por quien plantea la pregunta. Este gesto ilustra cómo responder con dignidad y propósito, incluso cuando no hay una solución convencional.

COMENTARIO

El hombre colgado del árbol simboliza un momento de crisis donde las opciones convencionales no existen. No responder a la pregunta sería evitar su responsabilidad, pero responder comprometería su vida. Este dilema no tiene una solución lógica; el koan exige una acción que trascienda la conceptualización y confronte directamente la situación. Dejarse caer, incluso sobre quien plantea la pregunta, transforma el dilema en una respuesta clara que disuelve tanto la paradoja como la amenaza implícita.

En Zen Oviedo, entendemos que la dignidad en la acción surge de aceptar plenamente las limitaciones del momento y actuar en alineación con el flujo del Sistema. Al dejarse caer, el hombre en el árbol no solo demuestra aceptación, sino también una respuesta que pone fin a la situación en sus propios términos. Esto refleja nuestro pilar de «Aceptación de la imperfección y dignidad en la acción», que invita a enfrentar incluso las situaciones más difíciles con claridad, sin resistencia ni dramatismo.

Es importante destacar que esta acción también aborda la amenaza representada por quien plantea la pregunta. En lugar de quedarse atrapado en la parálisis, el hombre actúa para resolver tanto su propio dilema como la perturbación externa. Esta comprensión profunda del flujo del Sistema permite convertir una situación aparentemente sin esperanza en una expresión de alineación y propósito.

EJEMPLO

Es como un árbol que pierde una rama en una tormenta: no intenta resistirse a lo inevitable, pero en su caída, la rama nutre el suelo, fortaleciendo al árbol en el proceso. De manera similar, el hombre en el árbol convierte su caída en una acción que cierra el ciclo del dilema y enfrenta la amenaza.

William Wallace, símbolo de coraje, dispuesto a morir con dignidad por la libertad de su pueblo, encarnando la aceptación valiente de lo inevitable.
William Wallace, símbolo de coraje, dispuesto a morir con dignidad por la libertad de su pueblo, encarnando la aceptación valiente de lo inevitable. Al final, no hay ni nacimiento ni muerte, solo el flujo del Sistema.

🌿 PRÁCTICA

Propósito: Cultivar la capacidad de responder con dignidad y claridad ante lo inevitable.

  • Encuentra un momento en tu vida donde enfrentes una situación sin solución aparente o ideal: Recuerda una experiencia reciente o pasada donde sentiste que no había una opción perfecta o satisfactoria.
  • Detente, respira profundamente y observa las limitaciones reales del momento: Tómate una pausa y realiza una respiración profunda. Observa con atención qué restricciones existen y cómo se siente tu cuerpo al reconocerlas.
  • Pregúntate: «¿Cuál es la acción más alineada con la realidad actual, aceptando sus restricciones?»
  • Actúa desde esa claridad, aceptando tanto las limitaciones como las consecuencias de tu acción: Permítete sentir que actuar desde la aceptación no requiere perfección, sino una respuesta adecuada al momento.

Al terminar, pregúntate: «¿Qué aprendí sobre mi capacidad de aceptar y actuar con claridad en una situación difícil?». Esta práctica entrena a responder con dignidad y propósito, disolviendo tanto la resistencia interna como las amenazas externas, y alineándote con el flujo del Sistema.


Última revisión: 13 de enero de 2025