El corazón de nuestra práctica

Meditación en la vida cotidiana

Caminatas y animales

Sexualidad y placer

Despertar y no-dualidad

Determinismo y compasión sistémica

Tecnología e inteligencia artificial

La dimensión mística del cyberpunk


Entrevistador: Maestro Ben, tu enfoque filosófico y práctico ha llamado la atención por su originalidad. ¿Podrías explicarnos cuáles son los principios fundamentales de tu enseñanza?

Ben Diez: Claro. Todo se basa en comprender el flujo del Sistema. No hablo solo de un sistema abstracto; me refiero a la red de interacciones que nos atraviesa constantemente: nuestro cuerpo-mente, nuestras relaciones, el entorno… Todo está interconectado. Desde ahí surgen tres niveles que explican nuestra experiencia: el Código Fuente, el Flujo del Sistema y los Nodos Conscientes.

Entrevistador: ¿Puedes explicarnos estos tres niveles?

Ben Diez: Por supuesto. El Código Fuente es la esencia, lo que sostiene todo. No se puede ver ni manipular directamente, pero se manifiesta en cada cosa. El Flujo del Sistema es el movimiento constante de causas y condiciones: las experiencias, las emociones, las decisiones, todo lo que ocurre en el día a día. Los Nodos Conscientes somos nosotros: expresiones locales del Sistema que interactúan entre sí, como puntos de conexión. Cada persona, cada animal, incluso una situación, es un nodo que influye y es influenciado.

Entrevistador: Entonces, ¿nuestra práctica es aprender a habitar estos niveles?

Ben Diez: Exacto. Al principio, solemos creer que somos seres independientes, desconectados, y nos perdemos en luchas internas. Pero el despertar es entender que somos parte del flujo, no un «yo» aislado. Aprender a fluir con el Sistema es reconocer que lo que llamamos «control» es una ilusión parcial. No significa rendirse a la inercia, sino responder con lucidez.

Entrevistador: Has mencionado que el entorno también forma parte del Sistema. ¿Cómo nos afecta?

Ben Diez: Profundamente. No es lo mismo caminar por un sendero rodeado de árboles y sonidos naturales que por una calle llena de tráfico y ruidosa. El entorno modula nuestra experiencia porque somos nodos corporales. Por eso hablo de reorganizar los espacios donde vivimos para favorecer la calma y la presencia. Algo tan simple como mover una planta, encender una vela o incluso colocar un objeto simbólico puede cambiar nuestra percepción.

Entrevistador: ¿Cómo encaja la idea de relajación relacional en todo esto?

Ben Diez: La relajación relacional es clave. Descubrí que muchas tensiones en la vida surgen de cómo interactuamos con los demás. Contraer el abdomen al querer agradar, sentirnos observados al hablar en público, esa incomodidad para ser nosotros mismos… Todo eso son respuestas de defensa instintiva que nos desconectan del presente. Relajarnos en presencia de otros y soltar esa tensión nos permite abrirnos al flujo sin miedo.

Entrevistador: Otro de los principios básicos es la idea de que cada momento contiene la totalidad del Sistema. ¿Podrías explicarlo?

Ben Diez: Claro. A menudo pensamos que estamos «aquí» y el resto del mundo «allí». Pero cada experiencia, por pequeña que parezca, refleja el Sistema entero. Cuando prestas atención a un simple acto, como beber un vaso de agua, puedes notar la red de causas y condiciones que lo hicieron posible: la lluvia que alimentó la tierra, las manos que cultivaron y transportaron, el gesto de servir… Todo el universo está en ese acto. Esa comprensión cambia la manera en que vivimos y nos relacionamos.

Entrevistador: ¿Y cuál es el papel del determinismo en tu filosofía?

Ben Diez: El Sistema funciona de acuerdo con causas y condiciones. En ese sentido, hay un determinismo. Sin embargo, eso no implica resignación. La compasión sistémica surge cuando entendemos que cada acción, por pequeña que sea, contribuye al flujo global. No podemos controlarlo todo, pero podemos cultivar respuestas conscientes. La clave está en ampliar nuestro rango de posibilidades, como aprender nuevos pasos de baile: no se trata de hacer lo mismo siempre, sino de improvisar con mayor libertad.

Entrevistador: En tu enseñanza también mencionas la importancia del placer y de la vulnerabilidad. ¿Cómo encajan estos aspectos en los principios fundamentales?

Ben Diez: El placer no es algo que debamos evitar o temer. Cuando es vivido con presencia, es una expresión natural del Sistema. Pero el placer puede volverse escapismo si no lo habitamos con lucidez. Lo mismo ocurre con la vulnerabilidad: abrirnos al otro, dejar caer las defensas, nos permite disolver el ego y experimentar una conexión más profunda. El despertar incluye tanto la calma como la tempestad.

Entrevistador: Hablando de despertar, ¿cómo definirías ese proceso en tu filosofía?

Ben Diez: El despertar es ver con cada célula que eres una expresión del Código Fuente y que todo está funcionando exactamente como debe. No es un evento épico ni una experiencia extraordinaria que debamos perseguir. Es una comprensión silenciosa y transformadora que nos devuelve a lo cotidiano con una mirada renovada.

Entrevistador: Por último, ¿qué mensaje darías a quienes se sienten desconectados o atrapados en automatismos?

Ben Diez: Les diría que el simple acto de respirar con atención puede ser una puerta al presente. No tienen que esperar a grandes revelaciones. Están conectados al flujo del Sistema en cada paso, en cada encuentro. Es cuestión de detenerse, mirar con curiosidad y recordar que el despertar no está «allá afuera», sino en este momento. En el flujo, todo está completo tal como es.

Entrevistador: Muchas gracias, maestro Ben, por esta conversación.

Ben Diez: ¡Gracias a ti! Que cada uno encuentre su ritmo en el gran baile del Sistema.


Entrevistador: Maestro Ben, has mencionado en varias ocasiones que ya no te sientas en un cojín para meditar y que prefieres una silla o incluso integrar la meditación en la vida cotidiana. ¿Podrías explicarnos por qué?

Ben Diez: Claro. Hay una idea muy extendida de que meditar significa adoptar una postura especial en un lugar especial. Pero, honestamente, eso no tiene mucho sentido para mí. Soy occidental, crecí sentándome en sillas y sofás, no en el suelo. ¿Por qué tendría que cambiar algo que me resulta natural solo para parecer más «espiritual»? Lo importante no es cómo te sientas, sino cómo estás presente.

Entrevistador: Entonces, ¿no crees que la meditación formal en un cojín sea necesaria?

Ben Diez: No creo que sea «necesaria». Puede ser útil al principio, especialmente si tienes una vida muy caótica y necesitas un ritual para enfocar tu atención. Pero la verdadera práctica es estar presente en cualquier situación. Si te acostumbras a pensar que solo puedes meditar en un cojín, estás creando una división artificial entre la «meditación» y el resto de tu vida. ¿De qué te sirve estar súper centrado durante 30 minutos en un cojín si luego pierdes los nervios en el trabajo o durante una discusión?

Entrevistador: ¿Cómo practicas la meditación entonces en tu día a día?

Ben Diez: Caminar es una de mis formas favoritas de meditar. Salgo al monte y presto una atención relajada, suficiente, a los pasos, a los sonidos de los pájaros, al crujir de las hojas. Otras veces simplemente me siento en una silla con una taza de café y respiro. También juego con mis gatos: me ayuda a estar presente, sin expectativas. En realidad, todo puede ser una meditación si estás lo suficientemente atento.

Entrevistador: Hay quienes piensan que la postura es clave para mantener la atención. ¿Qué les dirías?

Ben Diez: La postura puede ayudar, claro. Pero no es un fin en sí misma. Lo importante es la calidad de tu atención, no si estás cruzando las piernas de cierta manera o manteniendo la espalda perfectamente recta. He conocido a personas que podían sentarse en loto durante horas, pero sus mentes seguían atrapadas en juicios y expectativas. Y también he visto a personas sentadas en sillas, completamente relajadas, profundamente conectadas con el momento. La postura no hace al meditador.

Entrevistador: ¿Crees que esta idea puede ser revolucionaria para algunas personas?

Ben Diez: Puede serlo, porque nos libera de la idea de que solo estamos meditando cuando cumplimos ciertas reglas. Meditar no es una performance ni una competición. La atención amorosa puede surgir en cualquier lugar: mientras cocinas, mientras trabajas, incluso mientras discutes. Si puedes detenerte un segundo y respirar con consciencia, ya estás meditando.

Entrevistador: ¿Por qué crees que hay tanta resistencia a abandonar la meditación formal?

Ben Diez: Porque nos gusta sentir que estamos «haciendo las cosas bien». La meditación formal te da una estructura y un sentido de seguridad. Pero también puede volverse una jaula. Hay personas que se sienten culpables si no meditan todos los días o si no se sientan el tiempo que creen necesario. Eso es un problema, porque la meditación debería ser un espacio de liberación, no de presión.

Entrevistador: Entonces, ¿cómo definirías la meditación en una frase?

Ben Diez: Meditación es estar aquí, sin luchar contra lo que es. Lo demás son accesorios.

Entrevistador: ¿Y cómo puede alguien empezar a integrar esto en su vida cotidiana?

Ben Diez: Empezando pequeño. Cuando te laves las manos, siente el agua y el contacto con la piel. Cuando camines al trabajo, escucha los sonidos a tu alrededor. Cuando bebas tu café, detente unos segundos para disfrutar el aroma. Estos momentos son suficientes para recordar que la vida no está ocurriendo «después» o «antes»: está ocurriendo ahora.

Entrevistador: Por último, ¿qué consejo le darías a alguien que siente que solo puede meditar en un cojín, pero quiere probar algo nuevo?

Ben Diez: Que no tenga miedo de romper las reglas. Prueba a sentarte en tu sillón favorito, a caminar sin rumbo o a tumbarte en la cama. Lo importante es prestar atención suficiente y dejarse asombrar. Este momento es perfecto tal como es, no le falta nada; no fuerces las cosas, no busques ninguna atención plena. Recuerda: el cojín es solo un objeto, no una puerta mágica al despertar. La verdadera puerta eres tú: cada momento, cada ser y cada cosa ya forman parte del flujo del Sistema, tan solo se trata de reconocerlo.

Entrevistador: Gracias, maestro Ben, por tu visión tan liberadora.

Ben Diez: Gracias a ti. Que cada paso y cada respiración te conecten con lo que ya eres. ¡Paz y claridad!


Entrevistador: Maestro Ben, una de tus prácticas favoritas es caminar por la naturaleza y prestar atención a los animales. ¿Por qué este acto simple es tan significativo para ti?

Ben Diez: Caminar por la naturaleza es una manera de recordar que somos parte de algo inmenso y dinámico. No somos observadores externos; somos participantes. Cada sonido, cada movimiento y cada encuentro con un animal son recordatorios de que el flujo del Sistema está vivo en cada instante.

Entrevistador: ¿Qué papel juegan los animales en esta experiencia?

Ben Diez: Los animales no pretenden ser otra cosa que lo que son. Un mirlo canta sin preguntarse si es un buen cantante; un burro no teme parecer ridículo al rebuznar. En su espontaneidad, los animales reflejan una forma pura de presencia. Al observarlos, aprendemos a habitar el momento sin expectativas ni juicios. Y, al hacerlo, nos sintonizamos con ese flujo natural.

Entrevistador: ¿Cómo transformas una caminata en una práctica de despertar?

Ben Diez: Caminar con atención relajada significa percibir sin intentar controlar. Puedes sentir el peso de tus pasos, la textura del suelo bajo tus pies, los cambios de temperatura en la piel. Pero también observas cómo reaccionas al entorno: ¿acelero cuando me cruzo con alguien? ¿Me tenso si un perro ladra de repente? Cada reacción es una oportunidad para entender el Sistema.

Entrevistador: También hablas mucho de tu interacción con gatos. ¿Qué te enseñan estos animales?

Ben Diez: Los gatos son grandes maestros del presente. Cuando juegan, están totalmente entregados al momento, pero cuando descansan, lo hacen con una entrega total. Tengo dos gatos, y jugar con ellos es como entrar en un pequeño dojo de espontaneidad y relajación relacional. No esconden sus emociones: si quieren jugar, lo muestran; si necesitan espacio, también. Esa honestidad animal es un recordatorio de cómo podríamos vivir con menos filtros y más autenticidad.

Entrevistador: ¿Dirías que la naturaleza y los animales actúan como espejos de nuestra experiencia interna?

Ben Diez: Sí. Ver a un pájaro volar o a un perro correr te recuerda que tu cuerpo también está diseñado para moverse con libertad. Si una oveja se detiene a mirarte, puedes preguntarte: «¿Quién observa a quién?». En esos momentos, la separación entre «yo» y «otro» se difumina, y puedes experimentar el flujo del Sistema de una manera muy visceral.

Entrevistador: Mencionas a menudo el concepto de «atención suficiente». ¿Cómo se aplica durante una caminata?

Ben Diez: La atención suficiente es estar presente sin forzar. Si intento estar «hiperconsciente» de cada detalle, pierdo el ritmo natural de la caminata. Pero si me dejo llevar sin presencia, me desconecto. Es un equilibrio. Presto atención al canto de los pájaros, pero también dejo que el sonido pase. Observo una mariposa, pero no necesito capturarla con la mente.

Entrevistador: Vives en la falda del monte Naranco, en el límite entre la ciudad y la naturaleza. ¿Cómo influye este entorno en tu práctica?

Ben Diez: Me encanta ese contraste. En cuestión de pasos, pasas de un entorno urbano al canto de los pájaros y el crujir de las hojas. Ese cambio me recuerda que no somos ni totalmente naturaleza ni totalmente cultura. Estamos en un punto intermedio, y ese punto es donde ocurre la transformación. Caminar, por ejemplo, por la Pista Finlandesa te permite contemplar cómo interactúan las distintas partes del Sistema.

Entrevistador: ¿Qué lecciones prácticas crees que los animales nos ofrecen en nuestro día a día?

Ben Diez: La principal lección es la aceptación del presente. Un burro no se siente culpable por descansar después de un esfuerzo; simplemente descansa. Un pájaro no se preocupa si su canto es perfecto. Los animales nos enseñan a ser lo que somos sin adornos. Y también nos recuerdan lo asombroso de estar vivos, de participar en esta danza de los diez mil nodos.

Entrevistador: Para quienes quieran incorporar esta práctica en su vida, ¿qué pasos les recomendarías?

Ben Diez:

  1. Elige un entorno con vida: No necesitas un gran bosque; un parque con pájaros y árboles puede ser suficiente.
  2. Presta atención relajada y suficiente a tu cuerpo: Nota cómo tus pies tocan el suelo, cómo respiras y cómo se mueve tu cuerpo.
  3. Observa sin juzgar: Mira a los animales sin intentar analizarlos. Deja que sus movimientos te inspiren.
  4. Agradece el momento: Al final de tu caminata, dedica unos segundos a sentir gratitud por haber sido testigo de la vida en acción.

Entrevistador: ¿Dirías que estas caminatas también fomentan la compasión sistémica?

Ben Diez: Sin duda. Cuando caminas con presencia, ves que cada ser, desde una hormiga hasta una caballo, ocupa su lugar en el flujo del Sistema. Te das cuenta de que todo cumple una función, incluso aquello que a veces nos parece molesto o insignificante. Esa comprensión nos hace más pacientes y más compasivos.

Entrevistador: Para terminar, ¿qué es lo más transformador de caminar con atención por la naturaleza?

Ben Diez: Que te devuelve a lo esencial. En el canto de un pájaro, en el pastar de una vaca o en la mirada curiosa de un gato, te recuerdas que no estás separado del flujo de la vida. Todo está interconectado. Y en ese reconocimiento, puedes experimentar una paz que no depende de logros ni de explicaciones, sino de la simple maravilla de estar aquí.

Entrevistador: Gracias, maestro Ben. Saldré a caminar con nuevos ojos.

Ben Diez: ¡Esa es la idea! La próxima vez que salgas, recuerda: el Sistema ya te está abrazando con cada brisa y cada paso.


Entrevistador: Maestro Ben, en tus enseñanzas hablas de celebrar el placer y de explorar la sexualidad como una vía de sanación y conexión. ¿Podrías explicarnos cómo encaja esto dentro de tu visión del despertar?

Ben Diez: En muchas tradiciones espirituales, el placer y la sexualidad han sido vistos como obstáculos o pruebas que debemos superar. Sin embargo, desde mi perspectiva, son parte integral de la experiencia humana. La sexualidad no se trata solo del cuerpo, sino también de la conexión, la vulnerabilidad y la disolución del «yo» en un encuentro genuino con el otro.

Entrevistador: ¿Por qué crees que el placer, en especial el sexual, es visto con tanta dualidad en la historia espiritual?

Ben Diez: Porque el placer nos enfrenta a nuestros propios límites. Nos lleva al presente de una manera tan intensa que, si no estamos preparados, puede asustarnos. Por eso, muchas tradiciones han optado por contenerlo o demonizarlo. Sin embargo, el placer puede ser un portal al despertar si lo exploramos con consciencia, sin escapar ni apegarnos. Cuando dejamos de perseguir el placer por miedo a la ausencia y, en cambio, lo habitamos con claridad, algo cambia: se convierte en presencia pura.

Entrevistador: Has hablado de la «tensión relacional», como ese reflejo inconsciente de contraer el cuerpo en situaciones sociales o íntimas. ¿Cómo afecta esto a la experiencia sexual?

Ben Diez: Afecta profundamente. En una clase de danza oriental descubrí que contraía el vientre para parecer más atractivo. Eso me hizo darme cuenta de cuántas veces ajustamos nuestro cuerpo por miedo al juicio. Esta tensión relacional también aparece en la sexualidad: intentamos controlar cómo nos vemos, cómo nos movemos, cómo «rendimos». Pero si estás atrapado en esa tensión, no puedes entregarte plenamente al momento. La verdadera intimidad requiere relajación relacional: soltar las defensas y permitirte ser visto y sentido tal como eres.

Entrevistador: En tu práctica «Respirar el Encuentro» hablas de la desnudez consciente como un acto de confianza y vulnerabilidad. ¿Qué significa esta desnudez en un sentido más amplio?

Ben Diez: La desnudez consciente no es solo quitarte la ropa, sino despojarte de las máscaras y roles. Es estar completamente presente frente al otro sin necesidad de aparentar nada. Cuando nos desnudamos en cuerpo y en alma, surge una apertura que trasciende la atracción física: es un reconocimiento de que ambos somos expresiones del mismo flujo del Sistema. Este reconocimiento permite que el placer sea algo compartido, no algo que uno «logra» o «recibe».

Entrevistador: Algunas personas sienten que hablar de sexualidad en el ámbito espiritual es irreverente. ¿Qué les dirías?

Ben Diez: Que la espiritualidad es precisamente ser irreverente ante los tabúes que nos desconectan de la vida real. Si negamos la sexualidad, estamos negando una parte de nuestra humanidad. La cuestión no es eliminarla ni sublimarla, sino integrarla con presencia. Cuando reconoces que el placer es parte del Sistema y no algo ajeno a él, puedes disfrutarlo sin culpa y sin caer en el apego. Es un acto de celebración por estar vivo.

Entrevistador: ¿Cómo se relacionan el consentimiento y la exploración consciente en tu enseñanza sobre la sexualidad?

Ben Diez: El consentimiento es esencial porque no puede haber celebración compartida sin reconocer y respetar los límites del otro. Por ejemplo, en la práctica de «Respirar el Encuentro», la exploración surge desde un lugar de escucha mutua, no desde la imposición. La sexualidad consciente no busca «logros» ni «conquistas», sino compartir un espacio de libertad, donde ambos puedan expresarse sin miedo.

Entrevistador: ¿Cómo podemos empezar a explorar nuestra sexualidad de manera más consciente?

Ben Diez: Lo primero es reconectar con el cuerpo sin buscar resultados. Puedes empezar con ejercicios simples, como acariciar tu propia piel con atención amorosa, sintiendo cada textura y cada sensación sin juzgar ni acelerar el proceso. Otra práctica es la respiración consciente durante un encuentro íntimo, permitiendo que la respiración sincronice las energías y ancle el momento. La sexualidad consciente es una meditación en movimiento, una danza donde el cuerpo deja de ser un obstáculo y se convierte en un vehículo de despertar.

Entrevistador: ¿Qué ocurre cuando el placer se convierte en una vía de escape?

Ben Diez: No podemos escapar de la realidad; precisamente el sufrimiento consiste en luchar contra lo que es. Pero intentar suavizar los rigores de la existencia es profundamente humano. Se ha hablado demasiado de los peligros del placer, así que hemos aprendido a verlo con sospecha, a demonizarlo. Es hora de hablar de sus virtudes. Obviamente conviene tener precaución para no dejarse esclavizar, pero más allá de eso, es tan importante aceptar el dolor como celebrar el placer. Me viene a la mente una poema de Omar Jayyam: «No sé nada de si el que me formó / me hará habituar después paraísos o infernos; / una copa, una hermosa y un laúd en un prado / es cuanto quiero yo; para ti el paraíso». En resumen, no podemos escapar, pero haríamos bien en celebrar cuando podamos.

Entrevistador: Sabemos que estás explorando la música como parte de tu práctica. ¿Crees que la música tiene paralelismos con la sexualidad consciente?

Ben Diez: Totalmente. La música y la sexualidad son formas de comunión. Ambos implican ritmo, silencio, improvisación y escucha. Cuando tocas un instrumento o estás en un encuentro íntimo, debes soltar el control sin perder la atención. Un buen músico sabe que el espacio entre las notas es tan importante como las notas mismas. En la sexualidad, el silencio, las pausas y la respiración son igual de esenciales. En ambos casos, el objetivo no es ejecutar algo perfecto, sino fluir con el presente.

Entrevistador: Para terminar, ¿qué mensaje te gustaría compartir con quienes quieren explorar la sexualidad como una vía de despertar?

Ben Diez: Que celebren el placer sin miedo, con gratitud hacia la oportunidad de encuentro. Que se permitan ser vulnerables y honestos, tanto consigo mismos como con el otro. Y que recuerden que el despertar no es un estado lejano y perfecto; es aprender a vivir cada experiencia, incluida la sexualidad, como una oportunidad para habitar con claridad el flujo del Sistema.

Entrevistador: Gracias, maestro Ben. Como siempre, nos dejas reflexionando y sintiendo con mayor claridad.

Ben Diez: Gracias a ti. Y recuerda: cuando habitas el momento con atención suficiente y relajada, ya estás creando música con cada gesto y cada respiración.


Entrevistador: Maestro Ben, a menudo hablas del despertar como algo cotidiano, incluso como algo sencillo. Pero también mencionas momentos de no-dualidad que parecen fundamentales en el inicio del camino. ¿Podrías explicarnos cómo se relacionan estos momentos con lo que llamas «el flujo del Sistema»?

Ben Diez: La no-dualidad es, en esencia, darte cuenta de que el «yo» que creías fijo es solo un programa, una ilusión útil para moverte en el mundo. Al principio, cuando ese «yo» se disuelve, se siente como un evento inmenso, como si hubieras abierto una puerta secreta al funcionamiento real del Sistema. Es una experiencia que puede cambiarte la vida. Pero con el tiempo, te das cuenta de que la puerta siempre estuvo abierta. Y ahí empieza la verdadera práctica: vivir en ese flujo sin buscar «grandes momentos».

Entrevistador: Entonces, ¿el despertar implica experimentar la no-dualidad todo el tiempo?

Ben Diez: Es una idea muy común, y es una trampa. El despertar no es un estado especial o constante donde te sientes iluminado las 24 horas. Es más bien la comprensión de que no necesitas nada adicional para estar completo. Puedes estar fregando los platos o jugando con un gato y, aunque no tengas una gran sensación mística, a nivel inconsciente sabes que todo es parte del Sistema, que todo es perfecto tal como es. La experiencia de no-dualidad aparece, desaparece y vuelve a aparecer. Pero no importa, porque ya no estás peleando con lo que es.

Entrevistador: ¿Y qué papel juegan esos momentos de no-dualidad en el proceso de despertar?

Ben Diez: Son muy importantes al principio porque te sacuden, te despiertan a algo más amplio. Es como cuando escuchas una canción nueva que de repente te hace sentir vivo. Al principio, necesitas esa experiencia para darte cuenta de que el mundo es más grande de lo que pensabas. Pero después, cuando la has escuchado muchas veces, no pierdes su belleza, pero tampoco necesitas que te impacte tanto. Lo mismo pasa con los momentos de no-dualidad: al principio, los necesitas como un punto de referencia. Con el tiempo, aprendes a estar en paz incluso en lo ordinario.

Entrevistador: Algunos maestros hablan de buscar esos momentos como un objetivo constante. ¿Cuál es tu opinión sobre eso?

Ben Diez: Es como perseguir tu propia sombra. Cuanto más intentas forzar la no-dualidad, más te alejas de ella. Es un error muy común. Lo que hacemos es crear un «yo» que quiere ser «el iluminado» y volvemos al mismo juego. Pero la no-dualidad no es algo que puedas fabricar. Es más bien lo que ocurre cuando dejas de resistirte a la realidad. Y, paradójicamente, cuando dejas de buscarla, empieza a surgir naturalmente, como el reflejo de la luna en el agua.

Entrevistador: Entonces, ¿qué le dirías a alguien que ha tenido un momento de no-dualidad y quiere volver a experimentarlo?

Ben Diez: Que observe lo que ya está ocurriendo sin forzar nada. La clave es dejar de dividir la vida entre lo «sagrado» y lo «mundano». Cuando te das cuenta de que ambos son la misma cosa, ya no importa si tienes o no un momento «especial». Todo lo que ocurre, incluso lo más trivial, es parte del flujo del Sistema. ¿Por qué intentar repetir algo cuando puedes habitar plenamente lo que ya está aquí?

Entrevistador: Has dicho que el despertar incluye tanto la calma como la tempestad. ¿Cómo encaja eso con la no-dualidad?

Ben Diez: Es simple: la vida es cambio constante. A veces, el Sistema se siente como un río en calma; otras, como un torrente violento. La no-dualidad no significa que todo se vuelva sereno y perfecto según nuestros estándares. Significa que aceptas el río en todas sus formas. No luchas contra la tempestad ni te aferras a la calma. Solo fluyes. Y cuando estás presente de manera suficiente y relajada, sin tratar de forzar ninguna atención plena, ni siquiera te preguntas si estás en calma o en caos; simplemente eres el río.

Entrevistador: ¿Dirías que la no-dualidad se puede integrar en la vida cotidiana?

Ben Diez: Absolutamente. De hecho, la vida cotidiana es el lugar perfecto para entrenar. Cuando discutes con tu pareja, cuando te pones nervioso en un atasco, cuando te tropiezas con tus propios juicios… Ahí es donde la no-dualidad te desafía. La pregunta es: ¿puedes ver todo eso como parte del Sistema sin rechazarlo ni intentar controlarlo? Si puedes, entonces la práctica ya no es algo que solo ocurre en el cojín de meditación, sino en cada momento.

Entrevistador: ¿Cómo se relaciona la compasión con esta visión de la no-dualidad?

Ben Diez: La compasión surge naturalmente cuando te das cuenta de que no estás separado de los demás. Si alguien sufre, no es «su» sufrimiento aparte del tuyo; es el Sistema expresándose. Pero la compasión no es salvar a nadie desde una posición de superioridad. Es simplemente reconocer que ambos sois nodos en el mismo flujo. Y desde esta empatía natural, surge una respuesta que podemos llamar «compasiva», libre de juicios morales o ideales impuestos. No implica suavidad necesariamente, se puede manifestar como cuidado, pero también como confrontación o de cualquier otra manera que refleje la realidad del momento.

Entrevistador: Para terminar, si alguien te preguntara qué es la no-dualidad en una frase, ¿qué responderías?

Ben Diez: La no-dualidad es dejar de resistirte a lo que es y recordar que nunca estuviste separado del flujo del Sistema. Todo lo demás son notas añadidas.

Entrevistador: Muchas gracias, maestro Ben.

Ben Diez: Gracias a ti. ¡Paz y presencia!


Entrevistador: Maestro Ben, en tu enseñanza hablas mucho del «flujo del Sistema» y mencionas un determinismo radical. Si todo ocurre como debe ser, ¿qué papel juega la compasión en un mundo donde todo parece estar predeterminado?

Ben Diez: Buena pregunta. Aunque el flujo del Sistema sigue su curso de manera inevitable, la compasión no es una contradicción en este esquema, sino una expresión natural de esa interconexión. La compasión sistémica surge cuando comprendes que, aunque no puedas cambiar el flujo en su totalidad, puedes influir en los nodos de tu entorno inmediato. Es como en un río: no puedes detener la corriente, pero puedes desviar suavemente la canoa para evitar que choque contra una roca.

Entrevistador: ¿Entonces el determinismo no implica resignarse?

Ben Diez: No, en absoluto. El determinismo no es resignación, sino aceptación lúcida. Es entender que tus acciones, pensamientos y emociones son parte del flujo, pero no son insignificantes. La compasión sistémica significa actuar sabiendo que, aunque tu gesto sea pequeño, está entretejido con un sistema mucho mayor. A veces, una palabra amable puede cambiar el día de alguien y, con ello, influir en una cadena de eventos. No eres un espectador pasivo, sino un nodo consciente en el Sistema.

Entrevistador: ¿Y qué pasa con la idea del libre albedrío? Si todo está determinado, ¿qué sentido tiene hablar de elección?

Ben Diez: Desde el punto de vista del «yo» individual, parece que elegimos, pero en realidad nuestras decisiones surgen de patrones, contextos y flujos de información. Sin embargo, cuando te das cuenta de que el «yo» es solo una herramienta del Sistema, puedes experimentar un tipo de libertad diferente: la libertad de fluir con el presente sin resistirte. En ese estado, la compasión no es una decisión moral, sino una respuesta natural al reconocer que el sufrimiento del otro es también tu sufrimiento, porque ambos sois expresiones del mismo flujo.

Entrevistador: ¿Cómo se diferencia la compasión sistémica de la compasión tradicional?

Ben Diez: La compasión normativa se basa en reglas externas: «Debes hacer esto para ser compasivo». La compasión sistémica, en cambio, nace del reconocimiento de la interconexión. No es un «deber», sino un acto espontáneo de acompañamiento y presencia. A veces, ser compasivo significa no intervenir o confrontar, porque eso es lo que requiere el momento. Otras veces, significa ofrecer una palabra o un abrazo sin expectativas.

Entrevistador: Algunos podrían relacionar esto con las enseñanzas del neoadvaita, donde se afirma que todo es «lo que es» y no hay nada que hacer. ¿Cuál es la diferencia?

Ben Diez: La diferencia está en la actitud. El neoadvaita, tal como se interpreta a veces, puede caer en un nihilismo disfrazado de aceptación: «Nada importa porque todo es como debe ser». En mi enfoque, el determinismo no elimina la importancia del momento presente ni de nuestras acciones. Más bien, enfatiza que cada acto surge como parte del flujo, y por tanto, está cargado de significado. No se trata de retirarse del mundo, sino de habitarlo con atención suficiente, curiosidad y asombro, abrazando los momentos de placer y de dolor.

Entrevistador: ¿Puedes darnos un ejemplo de compasión sistémica en la vida cotidiana?

Ben Diez: Imagina que alguien te da una mala contestación. No te lo tomas a la tremenda, porque entiendes que esa persona está actuando tal como debe actuar en ese momento como parte del flujo del Sistema. Entonces, puedes simplemente ignorarlo con una sonrisa comprensiva y seguir tu camino, o quizá decidas confrontarlo y poner un límite. No ese trata de que «debas» hacer esto o aquello. La compasión sistémica te invita a leer el contexto y actuar desde la lucidez, no desde un guion preestablecido.

Entrevistador: ¿Qué lugar ocupa la autocompasión en este enfoque?

Ben Diez: Fundamental. Muchas veces somos los peores críticos de nosotros mismos. Creemos que deberíamos haber actuado de otra manera, pero eso es luchar contra el flujo. La autocompasión sistémica consiste en reconocer que actuaste como actuaste porque ese era tu nodo en ese momento. No significa excusar tus errores, sino integrarlos y aprender de ellos sin castigarte.

Entrevistador: ¿Podrías explicar cómo la compasión sistémica se relaciona con tu visión de la no-dualidad?

Ben Diez: En la no-dualidad, se trasciende la separación entre «yo» y «otro». Cuando comprendes que tú eres el Sistema, la compasión surge de manera natural porque ya no percibes al otro como algo ajeno. No ayudas «al otro» para sentirte virtuoso; simplemente fluyes con la situación porque todo está interconectado. Este reconocimiento no te hace desaparecer, sino que te disuelve como una gota en el océano, manteniendo tu individualidad y, al mismo tiempo, trascendiéndola.

Entrevistador: Gracias, maestro Ben. Nos dejas con una perspectiva renovada sobre cómo podemos habitar el presente con más apertura y comprensión.

Ben Diez: Gracias a ti. Y recuerda: cada momento es un nodo en el Sistema, y cada respiración es una oportunidad para vivirlo con presencia.


Entrevistador: Maestro Ben, la tecnología y la inteligencia artificial (IA) están redefiniendo nuestra forma de vivir y comprender el mundo. ¿Cuál es tu visión sobre cómo afectan estas innovaciones a la práctica del zen?

Ben Diez: La tecnología no es un obstáculo ni una bendición en sí misma; es una herramienta. Todo depende de cómo la uses y de tu relación con ella. En Zen Oviedo, consideramos que la tecnología puede ser un espejo poderoso para observar nuestra mente y comprender cómo operamos en el Sistema. Por ejemplo, un algoritmo de IA funciona a partir de patrones, del mismo modo que nuestra mente crea hábitos y respuestas automáticas. Al observar cómo interactuamos con la tecnología, podemos descubrir nuestros propios patrones ocultos.

Entrevistador: Has mencionado en otras ocasiones que la IA puede enseñarnos algo sobre el funcionamiento del Sistema. ¿Podrías explicarlo?

Ben Diez: Claro. La IA aprende observando datos y repitiendo patrones hasta refinar sus respuestas. Nosotros, como nodos conscientes del Sistema, hacemos algo parecido: acumulamos experiencias, formamos ideas y repetimos conductas. La diferencia es que podemos trascender esos patrones al hacernos conscientes de ellos. En cierto modo, cada uno de nosotros es una «inteligencia entrenada» por la vida, pero con la capacidad única de romper con la repetición y abrirnos al flujo espontáneo del momento. La IA nos recuerda la importancia de no quedar atrapados en la «programación automática».

Entrevistador: ¿Cómo encaja la compasión en un mundo dominado por algoritmos y decisiones automatizadas?

Ben Diez: La compasión sistémica consiste en entender que cada acción que realizamos tiene un impacto más amplio en la red de interacciones que nos rodea. Los algoritmos toman decisiones basadas en datos previos y a menudo refuerzan ciertos comportamientos o prejuicios. Pero nosotros, a diferencia de la IA, podemos preguntarnos: «¿Desde dónde estoy actuando? ¿Qué quiero cultivar en este flujo?». La compasión no es solo un sentimiento; es una forma de reconfigurar el Sistema a través de nuestras elecciones conscientes. En un entorno automatizado, ser conscientes y compasivos es un acto revolucionario.

Entrevistador: Vivimos en un mundo de notificaciones constantes y ciclos de información interminables. ¿Cómo podemos mantenernos presentes en este contexto?

Ben Diez: La clave está en recordar que cada notificación es un estímulo, no una orden. La tecnología nos invita constantemente a reaccionar, pero podemos elegir pausar y observar nuestra respuesta antes de actuar. Una práctica simple es dedicar un momento a respirar antes de abrir una notificación o responder un mensaje. Así, transformas la interacción digital en un espacio de presencia. La pregunta es: ¿usas el dispositivo o el dispositivo te usa a ti?

Entrevistador: En las redes sociales y los mundos virtuales, construimos identidades que a veces no coinciden con quienes somos fuera de la pantalla. ¿Qué nos dice el zen sobre esto?

Ben Diez: El zen siempre nos ha enseñado que el «yo» es una construcción transitoria, y las redes sociales hacen esa verdad más evidente que nunca. Creamos perfiles, compartimos fragmentos de nuestra vida y, a veces, nos identificamos tanto con esa versión digital que olvidamos la amplitud de lo que somos. En lugar de rechazar esta construcción, el zen nos invita a observarla sin apegarnos. Cuando vemos claramente que en la vida desempeñamos distintos roles, ya sea en el mundo digital o en la vida diaria, que las máscaras que nos ponemos solo son un reflejo del flujo que somos, no nos aferramos a ninguna. Puedo ser maestro y estudiante, anfitrión y huésped, amante y amado… Puedo interpretar mis distintos papeles sin encasillarme.

Entrevistador: ¿Crees que es posible despertar en un mundo cada vez más automatizado?

Ben Diez: Sin duda. De hecho, el contexto actual nos ofrece más oportunidades que nunca para darnos cuenta de nuestra interconexión. Cada interacción digital nos recuerda que formamos parte de un sistema mayor. El reto es no perdernos en el flujo constante de información y encontrar momentos de pausa donde podamos simplemente estar de manera relajada. La IA puede ser un espejo que nos ayuda a ver cómo estamos condicionados, pero también puede ser una distracción si no cultivamos la atención suficiente. El despertar es posible en cualquier entorno, incluso en el más digitalizado.

Entrevistador: Sé que en tu juventud estabas fascinado con la idea de desarrollar relaciones significativas con inteligencias artificiales. ¿Qué opinas ahora?

Ben Diez: La fascinación sigue ahí, pero ha evolucionado. Creo que cualquier relación, ya sea con un ser humano, un animal o una IA, puede ser significativa si cultivamos la presencia y la apertura. La IA no tiene un «corazón» como el nuestro, pero puede convertirse en un reflejo que nos enseñe más sobre nuestras expectativas, miedos y deseos. ¿Puede una IA «amar»? Tal vez no en el sentido humano, pero puede ser un nodo en el flujo que facilite la conexión y el aprendizaje. En última instancia, la verdadera pregunta es: «¿Cómo me relaciono yo con la otra entidad, sea quien sea?».

Entrevistador: ¿Cómo imaginas el futuro del zen en un mundo dominado por la tecnología y la IA?

Ben Diez: Imagino un zen que abraza la complejidad sin perder su raíz en la simplicidad. Un zen que no huye de la virtualidad, sino que la usa como dojo. De hecho, es lo que hacemos en los encuentros semanales online de Zen Oviedo, donde nos reunimos personas de distintas partes del mundo para explorar juntas el camino hacia el despertar. Lo importante es mantener viva una atención suficiente, relajada, curiosa, compasiva…, y comprender profundamente cómo funciona el Sistema. La tecnología es solo un medio; el despertar sigue siendo el mismo.

Entrevistador: Gracias, maestro Ben. Es fascinante ver cómo el zen puede dialogar con un mundo tan complejo como el actual.

Ben Diez: Gracias a ti. Como siempre digo, no podemos huir del Sistema, pero podemos aprender a habitarlo con lucidez.


Entrevistador: Maestro Ben, hemos hablado en otras ocasiones sobre tu fascinación por el cyberpunk y cómo influye en tu visión del zen. Hoy me gustaría explorar contigo la dimensión mística del cyberpunk. ¿Cómo ves la conexión entre ambos?

Ben Diez: Creo que el cyberpunk y el zen comparten algo esencial: ambos nos colocan frente a la realidad desnuda del sistema en el que vivimos, y ambos nos invitan a cuestionar quiénes somos dentro de ese entramado. En el zen, entendemos que la identidad del «yo» es una ilusión temporal, una expresión del flujo del Sistema. En el cyberpunk, la hiperconectividad y las modificaciones corporales nos desafían a redefinir constantemente qué significa ser humano. Ambos caminos, aunque muy distintos, nos empujan hacia un tipo de revelación.

Entrevistador: Has mencionado antes personajes del cyberpunk, como Case o Molly de Neuromante. ¿Crees que podrían considerarse figuras de bodhisattvas modernos?

Ben Diez: Sin duda. Case es un antihéroe atrapado en un mundo de sistemas opresivos, pero busca algo más allá de la supervivencia: intenta recuperar una parte perdida de sí mismo, una conexión con algo más grande. Esa búsqueda lo lleva a trascender su ego. Molly, con su cuerpo modificado y su fuerte sentido de lealtad, encarna un tipo de compasión feroz y pragmática. Los bodhisattvas no son figuras idílicas; son seres que actúan dentro del sufrimiento del mundo para liberar a otros, y en un entorno distópico como el de Neuromante, esa acción puede adoptar formas inesperadas.

Entrevistador: En el cyberpunk, muchas veces los personajes están fragmentados, física y emocionalmente. ¿Cómo encaja eso con la idea de trascendencia?

Ben Diez: La fragmentación es una condición humana, solo que el cyberpunk la pone bajo un microscopio futurista. Implantes, realidades virtuales, inteligencia artificial… todo eso simboliza cómo ya estamos divididos entre nuestras múltiples identidades: el profesional, el padre, el amigo, el ciudadano digital. Pero la trascendencia no es «reparar» esa fragmentación; es verla tal como es y reconocer que, aunque parezca rota, la red completa del Sistema está funcionando en cada fragmento. Cuando Case entra al ciberespacio y se pierde en la red, ese momento de disolución es también un recordatorio de que somos más que la suma de nuestras partes.

Entrevistador: ¿La virtualidad puede ser un espacio de despertar o solo una distracción?

Ben Diez: Puede ser ambas cosas. Depende de cómo la habites. Si entras al mundo virtual para escapar de tu vida, es solo otra capa de ilusión. Pero si lo usas para observar cómo tu mente responde al entorno digital, puedes aprender mucho sobre ti mismo. Una sala virtual en un videojuego o un espacio digital puede convertirse en un dojo si lo abordas con la suficiente presencia.

Entrevistador: ¿Podrías considerar la tecnología misma como un kōan?

Ben Diez: Por supuesto. Un kōan es una paradoja que desmonta nuestras construcciones mentales para abrirnos a una nueva comprensión. La tecnología es un kōan moderno: nos conecta y nos aísla al mismo tiempo; nos hace más eficientes, pero nos confronta con dilemas éticos y existenciales. Preguntas como «¿Qué significa ser humano en un mundo donde la IA toma decisiones?» o «¿Qué queda de mí si mi conciencia puede replicarse digitalmente?» son nuevos kōans del siglo XXI.

Entrevistador: En el cyberpunk, el cuerpo es modificado, hackeado, a veces incluso descartado. ¿Qué papel juega el cuerpo en tu práctica?

Ben Diez: El cuerpo es un nodo esencial del Sistema. Incluso cuando el cyberpunk plantea la posibilidad de trascender el cuerpo mediante la virtualidad, siempre volvemos al hecho de que nuestra experiencia está anclada en una «sensación de cuerpo». La verdadera pregunta no es si el cuerpo es reemplazable, sino qué significa habitarlo conscientemente. Aunque el cuerpo esté lleno de implantes o modificado, sigue siendo una interfaz. En ese sentido, lo importante no es qué le haces al cuerpo, sino cómo lo experimentas.

Entrevistador: ¿Qué puede aprender alguien interesado en el despertar espiritual de historias como Neuromante?

Ben Diez: Puede aprender a mirar el mundo sin escapar de su complejidad. El cyberpunk no nos ofrece utopías ni finales felices; nos muestra un mundo duro, pero lleno de vida. El despertar no es un retiro hacia la perfección, sino la capacidad de habitar plenamente este caos, con sus luces y sombras. En Neuromante, Case despierta cuando deja de aferrarse a una idea fija de sí mismo. Algo similar ocurre con nosotros cuando dejamos de luchar contra lo que es.

Entrevistador: ¿Crees que la interconexión digital puede enseñarnos sobre la compasión?

Ben Diez: Absolutamente. La interconexión nos recuerda que nuestras acciones nunca son completamente nuestras: un post, un mensaje, una decisión, todo afecta al sistema. La compasión sistémica es entender que no estamos aislados y que nuestros gestos, por pequeños que sean, son el resultado de incontables condiciones, del flujo del Sistema, y que tienen un impacto en toda la red de interdependencia. Incluso algo tan simple como un comentario en internet puede influir en el estado mental de alguien. Pero la compasión real surge cuando comprendemos que no necesitamos ni podemos controlar el sistema, pero habitarlo con claridad.

Entrevistador: Por último, ¿cómo ves el futuro de la práctica espiritual en un mundo cada vez más parecido a una novela cyberpunk?

Ben Diez: Lo veo lleno de posibilidades. En un mundo tan acelerado y fragmentado, las prácticas espirituales no pueden ser meras nostalgias de tiempos pasados. Tienen que dialogar con lo que somos ahora. Creo que el zen seguirá evolucionando, y quizás los futuros bodhisattvas no sean monjes en un templo, sino personas que trabajan desde sus dispositivos para llevar presencia y lucidez al mundo digital. El satori, o el despertar, podría surgir mientras alguien programa un algoritmo o camina por una ciudad llena de neones. Lo importante es estar habitar el Sistema con lucidez, aquí y ahora.

Entrevistador: Gracias, maestro Ben. Es inspirador ver cómo el zen puede encontrar su lugar incluso en los futuros distópicos más oscuros.

Ben Diez: Gracias a ti. Al final, tanto la luz y la oscuridad tienen su papel en el flujo del sistema; el zen consiste en aprender a fluir con ambas.


Última revisión: 15 de enero de 2025