Prerrequisitos para la práctica zen
Los siguientes cuatro prerrequisitos para la práctica zen están basados en una enseñanza clásica del venerable Xūyún (1840–1959), el abuelo en el Dharma de nuestro abad, el maestro Ben Diez. Sin embargo, estos principios han sido adaptados y actualizados para reflejar la comprensión contemporánea del maestro Ben y la visión de Zen Oviedo. Aunque mantienen la esencia de las enseñanzas tradicionales, han sido transformados para ser más accesibles y relevantes en el contexto actual, guiándonos hacia un despertar encorporado en armonía con el flujo del Sistema.
Primer prerrequisito
Comprender la doble interdependencia
En Zen Oviedo, el primer paso en la práctica es entender cómo funciona la realidad: todo lo que vivimos está conectado en una red de influencias mutuas y comparte un mismo origen. Este principio tiene dos aspectos fundamentales:
1. La raíz común de todo (Código Fuente)
Todo lo que experimentamos —emociones, pensamientos, sucesos— surge de un mismo origen, lo que en Zen Oviedo se llama el Código Fuente. No podemos «ver» este origen de manera directa, como tampoco vemos el código que hace funcionar un videojuego mientras jugamos. Sin embargo, todo lo que sucede es una expresión de ese Código Fuente.
2. El flujo de causas y condiciones (flujo del Sistema)
Aunque todo proviene de la misma raíz, cada fenómeno aparece debido a causas y condiciones anteriores. Nada ocurre de forma aislada ni por azar: todo surge porque está «entrelazado» con otros fenómenos. Esto es lo que nuestro abad, el maestro Ben Diez, llama el flujo del Sistema o danza de los diez mil nodos.
¿Qué es un nodo?
Un nodo es cualquier fenómeno que surge dentro del flujo del Sistema: un pensamiento, una emoción, un suceso, una persona, un árbol, una conversación. Cada nodo no existe por sí mismo, sino como un «punto de interacción» donde convergen múltiples influencias. En otras palabras, un nodo es una manifestación específica de la red interconectada de causas y condiciones.
Ejemplos de nodos en la vida cotidiana:
- Un saludo entre dos personas: No ocurre de manera aislada; depende de sus historias, emociones, lenguaje corporal y el entorno donde sucede.
- Un día lluvioso: La lluvia no cae «porque sí», sino debido a una combinación de factores como la humedad, el viento y la temperatura.
Ilustración: un árbol en el bosque
Para visualizar la idea de la doble interdependencia, imagina un árbol en un bosque:
- Raíz común: Todos los árboles crecen porque están conectados al suelo, que les proporciona nutrientes esenciales. De manera similar, todas nuestras experiencias surgen de un mismo Código Fuente, aunque no podamos verlo directamente.
- Causas y condiciones: Pero el crecimiento de un árbol en particular depende de más factores: el agua que recibe, la cantidad de sol, el tipo de tierra, e incluso la interacción con otros árboles que compiten por recursos.
Relación entre la raíz común y el flujo del Sistema
Aunque todo surge del Código Fuente, lo que vemos y sentimos se organiza como un entramado de causas y condiciones que forman nuestra experiencia directa. Es decir, mientras la raíz esencial sostiene la existencia de todos los fenómenos, el flujo del Sistema define cómo se manifiestan y evolucionan.
Reflexión final
Comprender la doble interdependencia nos recuerda que no somos piezas separadas, sino parte de un flujo continuo de causas y efectos. Como dice el maestro Ben Diez:
«Cada nodo es único en su forma, pero nunca está separado del flujo del Sistema. No hay accidentes ni errores: cada nodo está exactamente donde debe estar en la red».
Cuando comprendemos que cada experiencia es parte de un todo interconectado, aprendemos a soltar la necesidad de control y a habitar el momento tal como es, con claridad y apertura.
Segundo prerrequisito
La práctica de los preceptos como camino de integración natural
En Zen Oviedo, la práctica de los preceptos no es un conjunto de normas externas que deban cumplirse por obligación, sino una herramienta para encarnar la comprensión del Sistema. Estos preceptos nos ayudan a observar cómo nuestras acciones —ya sean pensamientos, palabras, gestos u omisiones— generan consecuencias en la red de interconexiones de la que formamos parte.
La práctica como un medio, no un fin
Al principio, puede ser necesario detenerse y reflexionar antes de actuar, especialmente en situaciones complejas donde las reacciones automáticas tienden a surgir. Sin embargo, con una práctica sostenida, este ejercicio deliberado se convierte en una respuesta cada vez más fluida y espontánea, libre de análisis constante. Esto es lo que en Zen Oviedo se conoce como compasión sistémica o lúcida: una manera de responder que surge de forma natural cuando comprendemos encorporadamente el flujo del Sistema.
La práctica de los preceptos nos ayuda a notar el flujo del Sistema
Tal como se explica en el nivel de interser, la práctica de los preceptos nos lleva a notar ese flujo del Sistema y a ajustar nuestra respuesta con atención suficiente y relajada. No se trata solo de cumplir con normas externas, sino de integrar profundamente la comprensión de que nuestras acciones tienen repercusiones en el mundo y en la red de interconexiones en la que estamos.
Ejemplo cotidiano
Imagina que alguien te interrumpe o te critica injustamente. La reacción inmediata podría ser el enfado o la defensa automática. Al practicar los preceptos con atención suficiente, empiezas a notar esos impulsos antes de que dominen tu respuesta. Con el tiempo, este proceso deja de ser algo que «piensas» y pasa a ser algo que «sientes»: un espacio interno donde percibes claramente el impacto de tus acciones en el entorno y en la red de la existencia. Esa claridad permite ajustar tu respuesta de manera más consciente, ya sea con silencio, con un comentario directo o con una propuesta conciliadora.
La ética como resultado, no como esfuerzo
La práctica de los preceptos en Zen Oviedo no se basa en ideales de perfección o normas de «lo correcto». En lugar de eso, invita a un descubrimiento constante: observar las causas y condiciones detrás de cada situación y actuar con la lucidez de saber que nuestras decisiones forman parte de un todo interconectado. No se trata de seguir un código rígido, sino de darnos cuenta del efecto de nuestras acciones en nuestro entorno y en la red de la existencia. A partir de esa toma de conciencia, nuestro actuar se ajusta de manera natural y fluida, sin necesidad de un esfuerzo constante por «hacer lo correcto».
Reflexión final
Los preceptos no son un fin en sí mismos ni un conjunto de deberes éticos, sino herramientas de exploración y descubrimiento. A través de ellos, aprendemos a relacionarnos de manera más directa con la vida, hasta que la comprensión encorporada se convierte en nuestra manera natural de responder al mundo.
Tercer prerrequisito
Confianza en la capacidad de despertar
En Zen Oviedo, la confianza no es un acto de fe ciega ni una creencia abstracta, sino el reconocimiento de que nuestro cuerpo-mente tiene la capacidad de reconfigurarse desde la comprensión encorporada de cómo funciona el Sistema. Esta confianza implica saber que, al ser nodos en el flujo del Sistema, formamos parte de una red dinámica que puede ser comprendida con claridad y vivida con naturalidad.
Confianza en nuestra capacidad para despertar
Confiar en el despertar significa entender que no estamos atrapados en patrones fijos ni en un destino inevitable. Existe un camino y un método que nos permite ir más allá de una comprensión puramente intelectual para encarnar esa lucidez en cada gesto y respuesta. La confianza no es la esperanza de un futuro lejano, sino una certeza viva y encarnada en cada momento.
La práctica como medio para cultivar esta confianza
Al practicar con atención suficiente y apertura, observamos cómo las pequeñas comprensiones cotidianas pueden transformar nuestra manera de habitar el mundo. La confianza se alimenta de este proceso continuo de transformación, en el cual cada práctica nos lleva a profundizar y a vivir con mayor claridad y conexión al flujo del Sistema.
Ejemplo cotidiano
Imagina que estás aprendiendo algo nuevo, como tocar un instrumento musical o una forma de movimiento consciente, como el hatha vinyasa yoga o el qìgōng. Al principio, los movimientos parecen torpes y requieren esfuerzo consciente. Sin embargo, confías en el proceso y sigues practicando. Poco a poco, el cuerpo-mente comienza a integrar los principios hasta que los movimientos surgen con fluidez, sin necesidad de análisis. Lo mismo sucede con la comprensión del Sistema: al sostenernos en la práctica, esa comprensión se encarna y se vuelve parte de nuestra manera de ser en el mundo.
Confianza en el método
La confianza en Zen Oviedo también implica reconocer que existe un método probado y perfeccionado a lo largo de incontables generaciones de practicantes, desde los tiempos del Buda histórico, pasando por los patriarcas chinos, hasta el venerable Xūyún (1840–1959), el abuelo en el Dharma de nuestro abad, el maestro Ben Diez. Este método ha sido adaptado por el maestro Ben para nuestro tiempo, manteniendo su esencia, pero ajustándolo a las circunstancias y necesidades actuales.
No es un sistema arbitrario, sino un camino que ha surgido de la observación lúcida de la realidad, basado en la experiencia directa y la comprensión encorporada de cómo funciona el Sistema. Esta confianza nos permite sostenernos incluso cuando surgen dudas o momentos de incomodidad, sabiendo que cada práctica es una oportunidad para profundizar en la experiencia directa del flujo del Sistema.
Reflexión final
La confianza en el despertar es la certeza de que podemos ver con claridad y que nuestro cuerpo-mente tiene la capacidad de alinearse con esa comprensión. No se trata de buscar certezas externas, sino de abrirnos al proceso de reconfiguración y descubrir, paso a paso, que ya estamos participando activamente en ese flujo y que el despertar es posible aquí y ahora.
Cuarto prerrequisito
Compromiso con el método de entrenamiento
En Zen Oviedo, el cuarto prerrequisito para la práctica es el compromiso con un método de entrenamiento que facilite nuestro despertar. Este compromiso no se trata de seguir un conjunto de reglas rígidas, sino de elegir un «camino» o «puerta del Dharma» que se alinee con nuestras inclinaciones y capacidades. Existen diferentes caminos hacia la iluminación —como el zen, la Tierra Pura, el judaísmo neojasídico o el sufismo— y es importante elegir el que sea más apropiado para nuestra forma de ser y nuestras circunstancias. Una vez que se elige el método, lo esencial es no cambiarlo constantemente.
El camino no debe ser elegido de manera superficial ni por conveniencia. No se trata de buscar un método más fácil o rápido, sino de comprometernos con el que hemos elegido, sin caer en la tentación de cambiar de enfoque cada vez que surja una dificultad o duda. El verdadero compromiso implica mantenernos firmes, incluso cuando aparezcan dificultades, ya que la comprensión del Sistema se logra profundizar a través de la perseverancia y la constancia.
La figura del maestro es clave en este proceso. El maestro no solo nos orienta, sino que también nos ayuda a evitar que el ego nos impulse a cambiar de rumbo por motivos egoístas o impulsivos. El maestro facilita un camino claro, ayudándonos a mantener nuestra práctica enfocada y libre de distracciones.
Reflexión final
El compromiso con el método elegido es una forma de confianza profunda en el proceso. No se trata de seguir un conjunto de reglas fijas ni de buscar caminos alternativos cuando las cosas se vuelven difíciles. Se trata de confiar en que el camino que hemos elegido, guiados por la sabiduría del maestro, nos llevará a la comprensión encorporada, a medida que lo practicamos con atención suficiente y persistencia. Así, el despertar se convierte en una manifestación natural de nuestra práctica constante.
Última actualización: 16 de enero de 2025