Cartas a una estudiante en proceso
Ben Diez (Shì Chuán Fǎ)
Abad de Zen Oviedo
(Compartidas sin nombre, por su valor doctrinal y orientador)
Estas cartas recogen una respuesta real a una estudiante que atraviesa dudas, tristeza y deseos sinceros de vivir con forma. Sus preguntas son comunes a muchos que se acercan a Zen Oviedo. Por eso, la compartimos como parte de la enseñanza viva, no para debatir, sino para reconocer que el camino tiene una forma, y esa forma protege.
(14 de mayo de 2025)
Querida [nombre omitido]:
Gracias por tu mensaje. Lo he leído con atención, y valoro tu honestidad y el proceso sincero que estás atravesando. Aunque aún no eres discípula, reconozco en tus palabras una búsqueda seria y una práctica respetuosa.
Sobre lo que compartes:
1. La tristeza y el agradecimiento
La tristeza, cuando no se dramatiza ni se rechaza, puede convertirse en silencio fértil. Que el agradecimiento sea tu práctica principal es señal de que estás empezando a ver la vida con claridad. Agradecer incluso lo que uno ha perdido es parte del verdadero despertar.
2. El monacato y la vía de Zen Oviedo
En Zen Oviedo no promovemos la vía del celibato ni la soledad como forma espiritual. Al contrario: instamos a formar una pareja comprometida y recatada como templo del camino. Entendemos el dolor de una pérdida profunda, y el tiempo necesario para integrarla. Pero a largo plazo, no consideramos la vida solitaria como una vía completa. La transformación requiere cuerpo, vínculo, fidelidad concreta.
Si hoy sientes que no es el momento de abrirte a eso, está bien. Pero es importante tener claro que el camino aquí no es individualista ni solitario. La dirección es otra.
Adaptar los preceptos a la vida personal es comprensible en las primeras etapas. Pero la vía no comienza en serio hasta que uno decide adaptar su vida a los preceptos, no al revés. No se trata de obedecer por miedo, sino de asumir una forma para poder florecer sin dispersión. Los preceptos, incluidas las normas de recato, no reprimen: nos protegen de las pasiones del ego y de las asechanzas del mundo, y nos armonizan con el Dharma. Gracias a ellos, puede manifestarse nuestra naturaleza esencial, se ordenan las relaciones y se crea un suelo fértil para el vínculo sagrado de pareja.
4. La homosexualidad
En Zen Oviedo, lo más importante es el camino sagrado del varón por la mujer: la unión entre los sexos complementarios. No se trata de una postura política ni ideológica, sino de una orientación estructural: el vínculo entre lo masculino y lo femenino como fundamento de nuestra práctica espiritual. Esto no implica juicio hacia otras formas de afectividad, pero sí establece una delimitación clara: nuestra vía es complementaria y encarnada. Quien no resuena con esta forma tiene, por supuesto, derecho a buscar otra. Aquí, la pareja formada por un hombre y una mujer que se hacen una sola carne no es un detalle opcional, sino el pilar sagrado que da forma, sentido y calidez a nuestra fugaz vida.
5. Sobre el maestro y la guía
A quienes no son discípulos, el maestro puede aconsejar, señalar, sugerir. Pero a los discípulos, y esto es fundamental, sí se les asignan tareas concretas que deben realizar. No por autoritarismo, sino porque el ego no se disuelve con sugerencias.
La libertad verdadera no consiste en hacer lo que uno quiera, sino en comprometerse con aquello que permite transformarse. Y eso requiere guía, forma y obediencia madura.
Si en algún momento deseas conversar en profundidad o dar un paso más firme en la práctica, estaré disponible. Hasta entonces, sigue cuidando tu corazón con claridad, y no pierdas de vista la dirección.
¡Paz!
(16 de mayo de 2025)
Querida [nombre omitido]:
Gracias por tu mensaje y por la atención con la que sigues el camino que proponemos. Tus preguntas son profundas y honestas, y muestran que estás empezando a escuchar no solo con la mente, sino también con el corazón. Te respondo punto por punto, con la claridad que merece alguien que ya ha comenzado a despertar.
1. ¿Cuándo un estudiante pasa a ser discípulo?
Cuando deja de «probar» y se entrega. Cuando ya no busca evaluar la forma ni adaptar el camino a su vida, sino ajustar su vida a la forma. Ser discípulo no es firmar un papel: es adoptar una actitud de fondo.
En Zen Oviedo, esto se expresa de manera formal en una entrevista personal, en la que se asume el compromiso de dejarse guiar y recibir tareas.
2. ¿Quién lo elige?
El discípulo es quien lo pide, pero el maestro es quien lo acepta o no.
Puede que alguien tenga intención sincera, pero el maestro debe ver si hay base real para iniciar ese vínculo. No es una relación afectiva, ni funcional: es una relación de transformación estructural.
3. ¿Un maestro deja de ser discípulo en algún momento?
No. Un maestro verdadero es discípulo para siempre, porque sigue obedeciendo la forma, los preceptos, el recato y la visión fundamental del Dharma.
Ahora bien, cuando un maestro ha recibido la transmisión y una misión concreta dentro del linaje —como en mi caso, renovar la tradición para Occidente—, no depende ya de otros maestros para su guía espiritual. Puede seguir aprendiendo de otras personas con humildad, por supuesto, pero no como discípulo en sentido formal, sino como alguien que ya ha asumido la responsabilidad de custodiar y encarnar la forma por sí mismo.
4. ¿Quién elige la pareja?
En el mundo moderno, suele ser uno mismo. Pero en el marco de Zen Oviedo, la pareja no se elige por deseo ni por afinidad emocional, sino por visión compartida y forma espiritual común.
Dentro de la tradición, un discípulo o discípula siempre busca la bendición del maestro antes de pensar en casarse o vincularse con alguien, porque entiende que el vínculo no es privado, sino parte del templo.
Es el maestro quien, con claridad y sin interferencia emocional, puede ver si hay base real para una unión sagrada.
5. ¿Se contempla la separación, el divorcio o la muerte del cónyuge?
Sí, se contempla. Pero no como posibilidad abierta ni como derecho individual. La separación voluntaria sin causa grave constituye una ruptura de la forma sagrada y, salvo circunstancias excepcionales (abandono, traición clara o peligro), es incompatible con el compromiso asumido.
En caso de muerte, el camino sigue.
Y tras un duelo adecuado, se espera —si la salud, la edad y la apertura lo permiten— construir un nuevo vínculo sagrado, porque la forma no muere con la persona, sino que espera ser encarnada de nuevo
La pareja es la forma concreta que encarna el compromiso. Cuando esa forma se rompe sin causa grave, lo que se rompe no es solo un vínculo: es el camino mismo.
6. ¿El compromiso de evolución no es con uno mismo?
No. En Zen Oviedo no hablamos de «evolución personal».
El compromiso no es con uno mismo, sino con el noble camino que permite florecer: el maestro, la visión y la comunidad (lo que tradicionalmente se llama triple refugio). Este compromiso se concreta en la guía espiritual, los preceptos, el recato, la práctica individual y comunitaria, y —cuando hay pareja— en la vida como binomio, donde dos cuerpos caminan como una sola conciencia, bajo una estructura ordenada y común.
El ego es experto en disfrazarse de «búsqueda interior». Por eso, uno no se compromete con su yo espiritualizado, sino con algo que lo ordena, lo trasciende y lo disciplina.
7. ¿No habría que equilibrar el yīn y el yáng dentro de uno mismo para que la pareja funcione?
Esa es una idea moderna, útil en psicología, pero insuficiente en la vía espiritual.
En Zen Oviedo, el yīn y el yáng no se equilibran solo dentro del individuo —lo cual siempre será parcial—, sino sobre todo en la pareja misma.
Tú no eres totalidad: eres medio cuerpo. La pareja es la forma completa. Y ahí, sí: la armonía no es neutralidad, sino integración viva de la diferencia bajo una sola conciencia.
Gracias de nuevo por tus preguntas.
Como ves, no respondemos con frases bonitas, sino con estructura. Cuando el corazón lo permita, seguimos conversando.
¡Paz!
Última revisión: 18 de mayo de 2025