Esta práctica no es una técnica. Es una forma de vida. Una consagración.

En Zen Oviedo, la intimidad física no es evasión ni desenfreno, sino forma y revelación. Esta práctica tiene lugar en el contexto de una pareja sagrada que ha sellado su unión con preceptos, con recato y con atención cuidadosa.

«Eres huerto cerrado
hermana y novia mía,
huerto cerrado,
fuente sellada.»
~ Cantar 4:12

Al entrar en esta práctica, no solo se despierta el amor humano. También se despierta el recuerdo profundo del vínculo original: Salomón y la Sulamita ya no son personajes, sino forma arquetípica que cada pareja encarna. En el huerto cerrado de su unión, vuelven a encontrarse el varón y la hembra, la sabiduría y el gozo, la custodia y la entrega. No se actúa un símbolo: se habita una realidad.

No es imitación de otras tradiciones: se inspira en Génesis 1 y 2, en el Cantar de los Cantares, en el Eclesiastés, en la tabernera Siduri de la Epopeya de Gilgamesh, en el maestro zen japonés Ikkyū Sōjun (1394–1481) y, sobre todo, nace de la estructura más antigua de la humanidad: el Uno expresado en dos —YHVH y Asherá, Adam y Javá, varón y hembra, yīn y yáng—, una sola carne.

El Encuentro en el huerto cerrado fomenta la atención amorosa, el fortalecimiento del vínculo sagrado y el cultivo del cariño recíproco. Y es gozoso —por supuesto que es gozoso. Consta de momentos de respiración consciente, caricias conscientes, un tiempo de exploración libre y un cierre con un abrazo prolongado y significativo.

Aunque esta práctica comparte ciertos principios con el tantra auténtico —la sacralización del cuerpo, el uso de la respiración como vehículo de comunión, la disolución del ego en la entrega mutua— su forma es distinta: sobria, serena, profundamente zen. No busca exaltación, sino encarnar la unión como despertar.

La desnudez es parte esencial de esta práctica, no como provocación ni espectáculo, sino como símbolo de transparencia, entrega y confianza. Estar frente al otro sin barreras físicas expresa que no hay nada que ocultar: solo presencia, cuerpo entero, corazón abierto.

Cada gesto debe brotar del respeto mutuo. Nada se fuerza, nada se impone. El ritmo es compartido, los límites pueden expresarse en cualquier momento, y cada instante se cuida con atención amorosa.

Si en la fase de exploración libre surge incertidumbre o duda, no hay por qué actuar. La presencia es suficiente. El contacto consciente basta. El silencio también puede ser forma. No se trata de «hacer», sino de habitar juntos el instante con cuerpo y con alma.

Esta práctica es una liturgia encarnada. Un puente entre cielo y tierra. Un espacio protegido —como un huerto cerrado, con cercas de piedra y puertas con cerrojos— donde la pareja sagrada se encuentra no solo para amarse, sino para despertar.

Preparación del entorno

1. Baño ritual previo (opcional)

Antes de comenzar, tómense un baño ritual para purificar el cuerpo y relajar la mente.

Dejen que el agua tibia fluya por su piel y, si lo desean, añadan unas gotas de aceite esencial relajante, como lavanda o sándalo.

Mientras se enjuagan, reciten mentalmente:

Al limpiar el cuerpo, la mente se apacigua.
Que el agua disuelva las tensiones
y nos prepare para habitar el momento con presencia y gratitud.

2. Ambientación del espacio

La atención amorosa puede cultivarse en cualquier entorno, ya sea creando un ambiente especial o abrazando lo que ya está presente.

Opciones para ambientar el espacio:

Con elementos de relajación:

Pongan música relajante: melodías suaves de tipo yoga o sonidos naturales (agua, viento, campanas suaves).

Enciendan velas para una iluminación cálida que simbolice la luz de la atención amorosa.

Prendan incienso (opcional) como una ofrenda simbólica de presencia y claridad.

Al encender la vela o el incienso, reciten juntos:

Que esta luz y esta fragancia iluminen el espacio
y reflejen nuestra intención de estar presentes

y profundizar nuestro vínculo sagrado.

Con lo que ya está presente:

Practiquen en un entorno cotidiano sin velas ni música, confiando en que el ambiente natural es suficiente para sostener la práctica.

Permitan que los sonidos y luces sean parte de la experiencia, sin intentar cambiarlos ni juzgarlos.

En entornos urbanos o con ruido de fondo:

Dejen que los sonidos sean parte del escenario.

Observen cómo reaccionan ante ellos y respiren mientras los acogen sin resistirse.

Desarrollo de la práctica

1. Recitación inicial del gatha (1-2 minutos)

Posición y presencia: Siéntense frente a frente con poca ropa desde el inicio para permitir una conexión auténtica.

Recitación conjunta: Con voz pausada y consciente, reciten juntos el siguiente gatha:

Este momento es único, irrepetible.
Al respirar juntos, creamos un espacio de claridad y gratitud.
Que nuestras mentes se abran y nuestras barreras se disuelvan.
Que reconozcamos al otro a nuestra alma gemela.

Nota: Esta recitación marca el inicio de la práctica como un acto consciente de presencia y gratitud.

2. Respiración consciente frente a frente (3-10 minutos o el tiempo que necesiten)

Postura cómoda: Siéntense frente a frente, en una posición que les permita estar presentes.

Mirada y presencia: Miren al otro suavemente o cierren los ojos para enfocarse en la respiración.

Sincronización natural: No intenten alinear sus respiraciones de inmediato; dejen que sus ritmos se encuentren poco a poco.

Flujo compartido: Imaginen que el aire que respiran es un puente invisible que los conecta y los envuelve en una sensación de unidad.

Regreso al presente: Si surgen distracciones, tomen nota y regresen al flujo de la respiración.

Nota: Este ejercicio es una invitación a la intimidad consciente y la vulnerabilidad compartida.

3. Caricias conscientes (5-15 minutos o hasta sentirse plenamente presentes)

Desnudez consciente: En este momento, quítense la ropa restante con atención plena, como símbolo de entrega y confianza.

Contacto sin barreras: Exploren todo el cuerpo con suavidad, reconociendo las emociones que surjan.

Atención intuitiva: Permitan que el contacto surja de manera natural.

Presencia total: Mantengan la respiración fluida mientras recorren la piel del otro, sin buscar un resultado.

Pausas para respirar: Si sienten expectativas o pensamientos, hagan una pausa y respiren juntos.

Nota: Este contacto consciente invita a abrazar la desnudez como expresión de confianza y entrega.

4. Exploración libre (10-20 minutos o el tiempo que surja de manera natural)

Fluir sin guion: Permitan que la interacción surja sin expectativas ni planes.

Disolución del ego: En este espacio, el «yo» y el «otro» se diluyen en la experiencia compartida.

Acogida de emociones: Si surgen risas, ternura o lágrimas, déjenlas estar sin juzgarlas.

Regreso a la esencia: Si sienten incertidumbre, vuelvan a la respiración compartida y mantengan la mirada con atención amorosa.

Nota: Este momento invita a recordar que el contacto íntimo es un diálogo que trasciende las palabras.

5. Abrazo final prolongado (2-5 minutos o lo que necesiten)

Conexión total: Cierren los ojos o manténganlos entreabiertos, sintiendo el contacto de piel con piel.

Respiración sincronizada: Perciban cómo sus respiraciones se entrelazan.

Apertura a lo que surge: Permitan que las emociones fluyan sin juicio ni prisa.

Cierre consciente: Antes de soltar el abrazo, respiren profundamente al menos tres veces y murmuren:

  • Ella: «Mi amado es mío y yo de mi amado».
  • Él: «Mi amada es mía y yo de mi amada».

Nota: Este abrazo final es una invitación a sentir la unidad del instante compartido.

6. Recitación final del gatha (1-2 minutos o el tiempo necesario)

Antes de recitar el gatha final, tómense un momento para cerrar los ojos, respirar profundamente y conectar con lo vivido. Permitan que cada sensación, emoción y reflexión del encuentro resuene en su interior.

Este es un espacio para integrar lo vivido, para permitir que la gratitud y la unión recorran todo el cuerpo y se asienten en el corazón.

Este encuentro ha sido un regalo.
Nos ha unido y nos ha nutrido.
Que la gratitud permanezca en nosotros mientras seguimos caminando juntos,

con preceptos, con recato y con atención amorosa.

Nota: Esta recitación final es una ofrenda de gratitud y un recordatorio de llevar la conexión más allá de este encuentro.

Propósito final

Esta práctica no busca un resultado concreto, sino una forma encarnada de unión. Nos invita a abrirnos con gratitud al instante compartido, a disolver las barreras del ego y a profundizar el vínculo sagrado entre varón y hembra, una sola carne.

No se trata de lograr algo, sino de habitar lo que ya es: el encuentro como revelación, el cuerpo como altar, el amor exclusivo como camino. Esta práctica nos recuerda que el verdadero despertar no es esfuerzo, sino entrega: cuerpo presente, corazón abierto, preceptos, recato y atención cuidadosa.

Así se repara el mundo: con el resplandor de dos llamas que, al unirse, iluminan la noche. No es fuego humano: es llamarada de YHVH.

Así se nutre, se custodia y se celebra el vínculo sagrado.

«Ponme como sello en tu corazón,
como un sello en tu brazo.
Que es fuerte el amor como la muerte,
implacable como el Seol la pasión.
Saetas de fuego, sus saetas,
una llamarada de YHVH.
No pueden los torrentes apagar el amor,
ni los ríos anegarlo.»
~ Cantar 8:6-7

Última revisión: 24 de mayo de 2025