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Recato: la virtud necesaria

Arquitectura del recato

En Zen Oviedo, el recato no es una forma de represión, sino una práctica espiritual profunda. Nos ayuda a vivir con humildad, a ordenar las relaciones interpersonales y a crear un suelo fértil donde pueda florecer el vínculo sagrado de pareja. Al vestir con sencillez, cuidar los gestos y mantener límites claros, reducimos el apego a lo superficial y a las falsas identidades, cultivamos una mente clara y un corazón sincero.

El recato ordena el deseo y protege lo más valioso: la intimidad, la confianza, el amor conyugal. En un mundo que confunde la exposición con la libertad, el recato ofrece un cauce firme donde el amor puede florecer de verdad. Por eso, también es la base para construir una pareja sagrada.

Estas prácticas de recato abordan tres males muy extendidos en nuestro tiempo: el narcisismo, la obsesión con la sensualidad y el caos relacional. Y no son nuevas ni exclusivas de Zen Oviedo: forman parte también de tradiciones milenarias aún vivas, como el budismo tradicional (incluido el zen), el judaísmo ortodoxo (incluidas las comunidades jasídicas) y el islam (incluidas las escuelas sufíes), donde el recato ha sido siempre una expresión natural de sabiduría, dignidad y respeto.

No se trata de parecer distintos porque sí, sino de vivir de otra manera: una manera ordenada, respetuosa y fecunda. Porque solo así es posible vivir en paz, florecer y construir relaciones verdaderamente sanas. Y eso, en este tiempo, empieza por custodiar con recato aquello que el mundo ha profanado: el cuerpo, el respeto entre las personas y el amor fiel entre los esposos —ese vínculo sagrado que todo lo ordena.

Muchas personas en Occidente conocen la tradición zen solo de forma superficial, y no saben que el recato es un elemento fundamental del camino, como no podría ser de otro modo. Este aspecto esencial del zen —que promueve la moderación y el respeto en todos los aspectos de la vida— también está presente en otras tradiciones espirituales, como el judaísmo y el sufismo.

A continuación, traducimos y compartimos algunos ejemplos de recato en la tradición zen, tomados de Stepping into Freedom (1997), el manual para novicios escrito por Thich Nhat Hanh (1926–2022), uno de los grandes maestros zen de nuestro tiempo. Nuestro abad, el maestro Ben Diez, tuvo la bendición de compartir con él los tres meses del retiro de invierno de 2001 en Plum Village.

Sobre no usar cosméticos ni joyas

Consciente de que la verdadera belleza de un monje o una monja se encuentra en su estabilidad y libertad, hago el voto de adornarme a mí mismo y a mi sangha [comunidad] con la práctica de la atención plena concretada por mi entrenamiento en los preceptos y los modales conscientes en todo momento. Soy consciente de que los cosméticos y las joyas solo aportan un atractivo exterior y fomentan el apego y el enamoramiento. Por tanto, hago el voto de vivir con sencillez y vestir con pulcritud, llevando ropa limpia. Tomo la determinación de no usar perfume, polvos ni otros cosméticos o joyas.

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Si un novicio llevara maquillaje o joyas, sería difícil ver la belleza de la libertad y la estabilidad brillando en su rostro, y la gente podría perder la confianza en la práctica. Cuando un novicio practica los gathas, los diez preceptos y los modales conscientes, vistiendo con sencillez y pulcritud, con túnicas limpias, manifiesta una pureza y una ligereza que pueden ser fuente de iluminación e inspiración para muchos.

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Visitar un templo del otro sexo

Si un monje novicio va a un convento o una monja novicia va a un monasterio, al menos un compañero practicante de tu mismo sexo debe ir contigo. Caminad uno junto al otro para ayudaros a mantener vuestra atención plena y vuestros modales conscientes. Cuando lleguéis, evitad hablar o reír en exceso. Mantened los intercambios entre vosotros y los monjes o monjas que estéis visitando dentro del campo de la práctica, el estudio y los ideales de un monje o una monja. […] Si intercambias cartas con alguien del sexo opuesto, trata solo asuntos de práctica y el ideal monástico.

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Visitar a un donante o a tu familia

Cuando visites la casa de un benefactor, ve siempre con un compañero practicante de tu mismo sexo. Cuando lleguéis, sentaos solamente en el lugar reservado para vosotros. Si os piden que deis una charla del Dharma, hablad solamente en un momento oportuno y de una manera que sea relevante. No digáis demasiado. No mostréis vuestro conocimiento solo para recibir la admiración de los demás. Ofreced el Dharma únicamente cuando las personas estén sentadas de manera respetuosa y vestidas adecuadamente. […] No murmuréis, habléis en voz baja u os sentéis a solas con alguien del sexo opuesto. […] No os sentéis en una mesa en la que haya vino o carne. […] Cuando visites a tu familia, también es aconsejable que lleves amigos del Dharma contigo.

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1. Vestir con modestia

Vistámonos de manera que no llamemos la atención sobre nuestro cuerpo, permitiendo que brille nuestra verdadera naturaleza, que es sagrada. Evitemos la ropa llamativa, ajustada o que no cubra adecuadamente el cuerpo —como el pecho, la espalda, los hombros o las rodillas. El objetivo es mantener una apariencia sencilla y respetuosa, que refleje nuestra práctica interior y nuestro compromiso con el vínculo sagrado de pareja. El recato en el vestir es expresión de amor propio, fidelidad al vínculo sagrado y respeto hacia los demás. Porque no hay despertar verdadero si el cuerpo se ha convertido en un escenario para la vanidad.

2. Proteger la vista y el oído

Cuidemos lo que dejamos entrar por nuestros ojos y oídos. Alejémonos de todo aquello que despierte o alimente la sensualidad: imágenes provocativas, música que exalta el deseo, personas que se vistan sin recato… Seamos conscientes de los estímulos que consumimos. Elijamos con firmeza lo que nutre nuestra mente, sostiene nuestra práctica y fortalece el vínculo sagrado.

3. Mantener la distancia con el sexo complementario

Evitemos quedarnos a solas con personas del sexo complementario, salvo en situaciones que involucren niños (hasta los 12 o 13 años) o familiares cercanos. Esta distancia incluye tanto el plano físico como el digital: evitemos también las conversaciones privadas por mensajería, las videollamadas personales y cualquier otra forma de comunicación que pueda generar vínculos íntimos fuera del marco adecuado.

Tampoco cultivamos amistades personales con personas del sexo complementario fuera de la pareja sagrada o de la familia cercana. Incluso cuando no hay intención explícita, estas relaciones generan dependencia afectiva, proyecciones, celos, ambigüedad y desgaste emocional. En lugar de crear vínculos que compitan con la pareja sagrada, buscamos fortalecer el espacio del amor verdadero: exclusivo, claro y protegido.

Además, debemos guardar la compostura y evitar cualquier actitud que pueda interpretarse como coqueteo, insinuación o juego sensual. Esto incluye tanto el lenguaje verbal como gestos, miradas, posturas corporales o emoticonos sugestivos.

Esta norma ayuda a sanar la relación entre los sexos complementarios, protege nuestra práctica y nuestro vínculo sagrado, y también cuida la salud de la comunidad. Las distancias claras —físicas, digitales y afectivas— previenen malentendidos, tensiones innecesarias y habladurías. Como seguidores del camino, nuestra atención debe estar puesta en el Dharma —no en la seducción, la confusión ni la ambigüedad.

4. Evitar el contacto físico con el sexo complementario

No toquemos a personas del sexo complementario, salvo cuando se trate de niños (hasta los 12 o 13 años) o familiares cercanos, o cuando sea absolutamente necesario por razones excepcionales. El contacto físico debe ser siempre respetuoso y medido, y solo debe ocurrir cuando la situación lo requiera de manera justa y apropiada.


El recato no es una invención de Zen Oviedo. Siempre fue parte del zen —hasta que el zen fue arrancado de su raíz y diluido en la cultura occidental. Tampoco es exclusivo del budismo: en todas las culturas tradicionales, desde el judaísmo y el islam hasta el hinduismo y los pueblos indígenas, el recato ha sido expresión natural de sabiduría, contención y respeto. Solo la modernidad rompió ese acuerdo milenario. Nosotros no hacemos nada nuevo: solo devolvemos el cuerpo, el deseo y el amor a su cauce —el del respeto, la dignidad y el vínculo sagrado.

Última revisión: 31 de mayo de 2025