Siduri, maestra raíz
Ben Diez (Shì Chuán Fǎ)
Abad de Zen Oviedo
Hace más de 3.500 años, cuando Gilgamesh buscaba la inmortalidad tras la muerte de su amigo Enkidu, se encontró con una mujer que cambió el curso de la historia: Siduri, tabernera y sabia. Él venía desgarrado, buscando trascendencia. Ella, con una copa en la mano y los pies firmes en la tierra, le dijo la verdad sin adornos: «Tú, Gilgamesh, no puedes evitar la muerte. No existe la inmortalidad para los humanos».

Le miró de frente y le dijo que dejara de correr tras lo imposible. Que viviera. Que amara. Que cuidara de su mujer y disfrutara con ella. Que se lavara, se perfumara, comiera pan y bebiera vino. No le mandó a meditar. No le envió al cielo. Le habló de la vida.
Esa es la voz que Zen Oviedo rescata: la sabiduría encarnada, lúcida y valiente que más tarde resonó en el Eclesiastés… y que el poder intentó borrar.
La enseñanza que quisieron silenciar
Siduri aparece solo en la versión paleobabilónica de la epopeya. En las versiones posteriores, su figura fue minimizada o eliminada. ¿Por qué? Porque su mensaje desmontaba el negocio de los templos. Porque hablaba del aquí y ahora cuando el poder necesitaba vender promesas de otra vida. Porque no hablaba como sacerdote ni como rey, sino como mujer. Y eso, en su época (y en muchas otras), era inadmisible.
Por eso en Zen Oviedo decimos que Siduri es nuestra maestra raíz. Porque fue la primera en decir lo esencial: Vive. Ama. Cuida. Disfruta. No esperes nada después.
Y si alguien pregunta por qué no buscamos un cielo futuro, diremos simplemente: porque ya hubo una mujer que lo dijo todo, sin adornos ni excusas. Nosotros solo escuchamos. Y brindamos con ella.
¡Paz!
Gilgamesh, ¿hacia dónde corres?
La vida que persigues, no la encontrarás.
Cuando los dioses crearon a la humanidad,
le impusieron la muerte;
la vida la retuvieron en sus manos.
Tú, Gilgamesh, llena tu vientre.
Día y noche vive alegre.
Haz de cada día un día de fiesta.
Diviértete y baila noche y día.
Que tus vestidos estén limpios,
lavada tu cabeza, tú mismo estés siempre bañado.
Mira al niño que te tiene de la mano.
Que tu esposa goce siempre en tu seno.
¡Tal es el destino de la humanidad!
~ Epopeya de Gilgamesh, versión paleobabilónica, hacia 1800 a. e. c.
Última revisión: 4 de abril de 2025